Por Lidia Ferrari

 

 

Hay que dinamitar casi todo”, dice suelto de cuerpo un dinamitador serial que en cuatro años no logró dinamitar todo en Argentina, pero casi. El Poder que siempre pretende extraer toda riqueza para sí, está representado por estos fantoches que, sin pudor, con poder e impunidad dicen lo que deberían, al menos, disfrazar.

"Una cosa se llama necesaria o por razón de su esencia o por razón de la causa. En efecto, la existencia de una cosa se sigue necesariamente o bien de su misma esencia y definición o bien de una causa eficiente dada. Y por estas razones se dice también que una cosa es imposible, a saber, o bien porque su esencia o definición implica contradicción, o bien porque no se da ninguna causa externa que esté determinada a producir tal cosa", dice Spinoza en su Ética. Ahora bien ¿quién está en condiciones de delimitar la inexistencia efectiva de una causa externa? ¿La pasión? ¿el deseo? ¿la fe? ¿la razón? ¿el ardiente compromiso cotidiano con el otro? ¿la rebeldía inclaudicable contra lo que consideramos insoportablemente injusto? ¿la obstinación del lenguaje como herramienta clásica de lucha política? ¿el animarnos a pensar por fuera de los bordes de lo que alguna vez aprendimos, memorizando y repitiendo, sin que medie ninguna vocación insurrecta en esa rutina platónicamente cavernaria? ¿O será que la existencia y la inexistencia, como dos extremos tensos de lo externo pueden capitular frente a lo unitario y a veces claudican frente a la voluntad y lo común? Y que ese quiebre se fortalece con la generosidad del sentimiento y el descubimiento de un sentido emancipador. Con el reconocimiento de lo compartido. Con la síntesis emotiva y conjunta de lo utópico. La gratitud es una síntesis, no sé si exacta y total, de una entrega que nos releva de la centralidad y nos conduce a acercarnos a lo singularmente irrepetible de los otros. La gratitud es nada más y nada menos que convertir un sentimiento en acción. Lo hago, como puedo, a través de la palabra, que siempre habrá de trascendernos y convocarnos en la condición austera, contingente y profundamente humana de lo próximo.


















Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

Desde que estalló la guerra entre la OTAN y Rusia albergo una creciente intuición que, a esta altura, se cristaliza paulatina y sostenidamente en sus rasgos intrigantes.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 



A veces pienso que quienes oficiamos de escritores sin presumir de ello, estamos mucho más vinculados a ordenar la materialidad que a la amenidad de la estética.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

 



Hace algunos meses, cuando todavía estaba en aire nuestro programa radial Multitud, el profesor Diego Mauro (UNR-CONICET) estimaba que, en la actualidad, alrededor del 85% de la población mundial profesaba cultos o creencias trascendentes, sean éstos religiones oficiales u otras devociones alternativas, por llamarlas de alguna manera.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

En épocas críticas, los olímpicos desconocedores de la disciplina económica comenzamos a naufragar en medio de una tormenta de diagnósticos y propuestas que casi siempre está polarizada entre dos grupos de actores igualmente inconfiables.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

¿Podríamos pensar que el siglo problemático y febril discepeliano tal vez se haya prolongado hasta la agonía irreversible de los estados de bienestar?

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

 


Estrategia sin táctica es el camino más lento hacia la victoria. Tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota” Sun Tzu, El Arte de la Guerra

Este parece ser un capítulo más de una historia sin fin. Los que nos quieren dar enseñanzas acerca de cómo preservar el planeta de una catástrofe ambiental son, obviamente, los países más contaminantes.