Por Eduardo Luis Aguirre

Sabemos que es difícil analizar el presente y el futuro inmediato si no se empieza contabilizando los movimientos erráticos propios. Hombres y mujeres de a pie están privados de libertad en cárceles federales, acusados de delitos de terrorismo y/ otras figuras que circundan esa conducta. No deberíamos dejar de recordar la estupefacción que nos provocó que la propia Cristina impulsara y sancionara la ley de terrorismo a pedido vaya a saber de quién y con el apoyo de criminólogos canallas. Bueno, éste es el primer resultado de esa legislación que agravia de la manera más peligrosa los bordes de la república. Asfaltaron así el camino sin saber a quién.

Ahora es fácil que los verdaderos manipuladores de la técnica y el totalitarismo vayan por mucho más. En todos los medios leemos las consecuencias que deparará este precipicio legislativo. Pocos, salvo un grupete transatlántico de pensadores de aquí y de allá ayudan a entramar a los Musk, Zuckerberg y demás señores feudales de la IA con un pequeño extraviado que preside un país que firmó de vuelta su estatuto del coloniaje. La inteligencia artificial, hasta ahora, y en su lado oculto, está en manos de la ultraderecha. La inconmensurable faceta opaca de esa inteligencia ha sido utilizada, obviamente, como un fabuloso mecanismo de control en un país "antidemocrático" como China. Pero los chinos lo circunscribieron a un cono de razonabilidad. Por ejemplo, evitar que viajen aquellos que han cometido faltas o contravenciones previas. Incomparable con la energía y el agua que los zares de esta robotización van a demandar para poner en marcha un mundo donde se ha probado que los robots son capaces de pelearse, insultarse y aniquilarse entre ellos. La Argentina, ahora con su hombrecillo a cuestas y la profecía hasta hora fallida de Guillermo Moreno, ofrece la energía y el agua que la IA demanda. En su excelente libro “El enemigo conoce el sistema”, la periodista especializada Marta Peirano escribió: “A diferencia del resto, la inteligencia artificial no puede surgir en cualquier parte. No es capaz de nacer en un establo, camino de Egipto, rodeado de bueyes y ovejas. Tampoco en lugares tan inhóspitos y variopintos como las profundidades del océano, los desiertos salinos, las regiones árticas o la barriga ácida y caliente de un volcán” (1).

Sobreviene la era del individuo tirano, como dice Eric Sadin. Es muy interesante prestar atención al video en el que el filósofo catalán Jordi Pigem avanza y profundiza la advertencia que el ser humano pueda transformarse en un mero algoritmo obsoleto (2). Quizás lo que está en juego es un dilema existencial capaz de arrastrarnos a un cambio copernicano: ¿la IA nos depara seguridad, eficiencia y progreso o, por el contrario, desata los peores fantasmas en materia de control, vigilancia y deshumanización? El Papa Francisco, el gran avisador de incendios de la contemporaneidad, ha sido categórico en su discurso pronunciado en la Sesión del G7 sobre IA el pasado 14 de junio. “No debemos olvidar que ninguna innovación es neutral. La tecnología nace con un propósito y, en su impacto en la sociedad humana, representa siempre una forma de orden en las relaciones sociales y una disposición de poder, que habilita a alguien a realizar determinadas acciones impidiéndoselo a otros. Esta dimensión de poder que es constitutiva de la tecnología incluye siempre, de una manera más o menos explícita, la visión del mundo de quien la ha realizado o desarrollado. Esto vale también para los programas de inteligencia artificial. Con el fin de que estos instrumentos sean para la construcción del bien y de un futuro mejor, deben estar siempre ordenados al bien de todo ser humano. Deben contener una inspiración ética” (3).

Frente a la infausta idea de progreso, el imparable tren de Benjamin al que nadie parece poner freno la humanidad se dispone a colapsar y para ello cuenta con varias alternativas. Los pasajeros, más o menos atentos, seremos las víctimas propiciatorias colonizadas por la furibunda irracionalidad del capital. Esta generación de seres humanos deberá dar una prueba de adaptación a una nueva realidad para nada sencilla. En una sola vida hemos asistido a una pandemia, una colonización desatada, guerras por doquier y finalmente este salto científico macabro en manos de magnates. Quizás sea demasiado, y demasiado tarde.





(1)     https://www.almendron.com/tribuna/el-peligro-no-es-la-inteligencia-artificial-es-openai/

(2)     https://www.youtube.com/watch?v=9iBqTUqIHMg&t=681s

(3)     https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2024/june/documents/20240614-g7-intelligenza-artificiale.html