Por Eduardo Luis Aguirre
Uno debería preguntarse por qué los estudios históricos no han abarcado con mayor detenimiento la cuestión del miedo. Sobre todo porque éste ha sido un sentimiento permanante, recurrente o muy frecuente en la vida, la obra y las decisiones de los hombres.
Por Ignacio Castro Rey
Cogido desde hace días entre varios fuegos que se turnan en la rabia, Rubiales nunca fue un ejemplo. Tampoco su comportamiento en Sidney, él mismo lo ha reconocido ampliamente, fue ejemplar. Sin embargo, la jauría que pide ver rodar su cabeza es lo que da más miedo. No olvidemos que el miedo sigue siendo lo que lleva a mucha gente normal a participar, en plena democracia vegetariana, en auténticas carnicerías medievales.
Por Eduardo Luis Aguirre
No podremos decir nada original, que no se haya dicho, se esté diciendo o se vaya a decir sobre el resultado de las elecciones de ayer en la Argentina.
El triunfo del peronismo ha dicho presente en el momento preciso. Cuando la angustia y la desesperación frente a la amenaza de un experimento antidemocrático se cernía sobre un país que parecía inerte.
Por Eduardo Luis Aguirre.
¿Por qué razón se hizo tan especialmente atractiva la personalidad de Lope de Aguirre? ¿Cuál fue el motivo, seguramente intencionado, por el cual la historiografía dominante hizo hincapié en una subjetividad y no en un contexto temporal y espacial que implicaba, nada más y nada menos, que la disputa por la colonización del “nuevo mundo”? ¿Qué fue lo que llevó a escritores, cineastas, dramaturgos, historiadores y demás interesados a detenerse casi exclusivamente en los rasgos que se suponen más saliente en la personalidad de un oñatarra cuya influencia en los procesos de la América en el siglo XVI no aparece tan estudiado?
Por Lidia Ferrari (*)
El porteño no puede jactarse de una vida estable. El habitante de Buenos Aires habita un mundo que cambia. El porteño se debe adaptar a situaciones nuevas todo el tiempo. La imprevisión, la improvisación, el repentismo son su patrimonio. En un suelo tan resbaladizo como el suelo porteño, se aprende a caminar a los saltos, el equilibro es más difícil y la estabilidad se alcanza cambiando con el suelo.
Por Marcelo Barros *
Lacan dice algo remarcable en su seminario XVI, al señalar la falta de seriedad del poder político en la modernidad.