Un ejercicio esforzado de anticipación (a propósito de la marcha en defensa de la Universidad Pública)
Por Eduardo Luis Aguirre
Mientras echo mano a la contemplación, infranqueable límite que a veces nos impone el cuerpo, me asalta un recuerdo vívido proveniente de la filosofía del derecho. Por supuesto, siempre dando vueltas sobre las certidumbres y falacias, sobre la culpa y la inocencia, sobre un agresor y su víctima. En fin, bien binarios, típicos de la trepanación de cráneos con la que el dogmatismo jurídico empantana nuestro pensamiento crítico.

Por Eduardo Luis Aguirre

Desde hace aproximadamente tres siglos, cuando occidente produjo la invención de indudable rentabilidad de la categoría de niñez, se produjo un cambio discursivo fenomenal en materia de DDHH de niñas y niños (1).

Hasta ese momento, la infancia y el derecho que de ella se ocupa carecía absolutamente de una presencia significativa en el maltratado mundo de los derechos humanos de la colonialidad.

A principios de 2016, cuando en América Latina comenzaba a presagiarse la magnitud de la restauración conservadora, el prestigioso fraile dominico brasileño Frei Betto había adelantaba su opinión en el sentido de que una de las causas principales de los retrocesos en gobiernos progresistas en América Latina había sido el descuido en la formación ideológica de la sociedad. 

Hasta  bien entrada la semana pasada, la mayoría de los especialistas en política internacional se expedían de manera mayoritariamente concordante respecto de la sobreviniente elección, definitiva e histórica, de Brasil.

“Llegamos a la conclusión de que vivimos dos verdades, una ficticia, que percibimos, y otra real que apenas alcanzamos a vivir. La dimensión irreal de aquella y la dimensión demasiado real de ésta crean el conflicto” (1)
La noción postmoderna de “sociedad de riesgo” debe ser resignificada en clave decolonial para que pueda ser introyectada colectivamente en nuestro margen, de acuerdo con las singularidades propias de la región.
Como toda categoría epistemológica que intenta explicar los fenómenos que acontecen después del ocaso de las sociedades industriales, la idea misma de postmodernidad implica solamente una crítica interna de Europa hecha por los propios europeos. Que a veces nos concierne, y otras veces, no.

Hace algunas horas recibí en mi móvil un mensaje con el contenido de lo que sería un tramo de la exposición de Zaffaroni en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata.

Por Lugaralto

Unos puercoespines renuncian a apretarse unos contra otros para luchar contra el frío. Sus pinchos los lastiman. Obligados a volver a acercarse en tiempo de helada, terminan por encontrar, entre la atracción y la repulsión, entre la amistad y la hostilidad, la distancia conveniente” (*)

En la vertiginosa verticalidad del precipicio insondable, las subjetividades arrojan resultados diversos. Suponer que porque "siempre se ha perdido contra el capital", el pueblo está condenado a derrotas inexorables es tan arriesgado como suponer que la clase media -que ha llevado al gobierno a un grupo de lumpenburgueses que perpetraron la exacción y desaparición del estado nación- seguirá manteniendo por siempre sus consignas lineales y su moralina victoriana de cabotaje.

Por Eduardo Luis Aguirre

Poner en tensión una categoría política que inaugura el pensamiento de la modernidad occidental desde una perspectiva liberadora implica algunos desafíos no habituales para las escuelas de derecho argentinas.