Por Eduardo Luis Aguirre

El pasado domingo falleció en París el economista y pensador egipcio Samir Amin (1931), uno de los intelectuales más reconocidos del siglo XX, impulsor del Foro Social Mundial y uno de los máximos referentes del pensamiento antiglobalización.

Amin produjo a lo largo de su vida una obra notable, en la que caracterizó de manera precisa y meticulosa la fase contemporánea de acumulación del capital, y analizó las contradicciones y relaciones de dominación entre el norte y el sur del sistema mundo.

Este influyente profesor de las universidades de Poitiers, Dakar y París, publicó una treintena de libros, entre los que se destacan “El ahorro en escala mundial” (1970), “Eurocentrismo” (1989), “Capitalismo en la era de la globalización” (1998), “Crítica del nuestro tiempo” (2001), “El socialismo en el siglo XXI: reconstruir la perspectiva socialista” (2009) y “La desconexión: hacia un sistema mundial  policéntrico” (1998).

Justamente a partir de esta idea de “desconexión” acuñada por Amin intentaremos articular una breve reflexión evocativa, teniendo en cuenta que la misma es una de las categorías –acaso la más trabajada- mediante la que el autor concibe las nuevas lógicas y prácticas emancipatorias posibles por parte de los países dominados. Sobre todo, y he aquí lo relevante, en lo que concierne a los países de América Latina. Aclaremos -también brevemente- la importancia del concepto. Amin impulsaba la idea de que los países “subdesarrollados” se “desconecten” del sistema capitalista mundial. Esta necesidad no está planteada en términos autárquicos, sino como necesidad de abandonar los valores que funcionan a nivel mundial como esencias dadas por el capital. Con ello intentaba poner de pie y fortalecer un internacionalismo de los pueblos que luchen decididamente contra la opresión del sistema global. La necesidad de desconexión es el lógico resultado político, económico y filosófico derivado del carácter desigual del desarrollo del capitalismo. Pero también la desconexión opera como una condición de posibilidad inexorable de cualquier avance que, en materia de liberación, se intente en cualquier lugar del mundo.

Es muy interesante, en este sentido, recuperar la mirada que Amin tenía respecto de los procesos autonómicos, progresistas o populistas de América Latina, como así también, y muy especialmente, las reservas que exhibía con relación a los mismos en el marco de la mencionada desconexión.

En una entrevista concedida a la socióloga Irene León en el año 2012 (*), se le preguntaba justamente sobre los procesos que se vivían en América Latina en ese entonces, y de las posibilidades de desconexión que podían derivarse de esas experiencias, que incluían sólidas críticas de algunos gobiernos al capitalismo, a la vez que se planteaba el socialismo en el siglo XXI, el «sumak kawsay» y otros conceptos que podían dar idea de un proceso singular de desconexión.

Samir Amin aducía no conocer lo suficientemente la experiencia latinoamericana, pero admitía que todo lo que estuviera encaminado en esa dirección (la desconexión) merecería ser examinado muy de cerca y de manera seria y optimista, justamente porque la desconexión es un proceso en el que es necesario conjugar iniciativas de bases diversas, que se manifiestan desde múltiples condiciones concretas. La desconexión no proviene de un dictador iluminado –señalaba Amin- que imponga esta iniciativa y la ponga en marcha. Se trata de un cambio estratégico, que involucra al Estado en un proceso de distanciamiento con los intereses de los monopolios imperialistas, y de reorientación hacia enfoques de un desarrollo con autodeterminación. “Hay que analizar los procesos latinoamericanos muy de cerca, con la máxima simpatía, pero al mismo tiempo con mucho rigor. Hay que reconocer la importancia de planteamientos tales como los intercambios Sur/Sur, el ALBA, la moneda común, el sucre, pero, al mismo tiempo, creo que tenemos que ser rigurosos: ¿nos estamos moviendo al mismo ritmo que el desafío? Un ejemplo es el de la dolarización en Ecuador, donde el fracaso de la gestión de la moneda nacional durante el neoliberalismo fue tal que el pueblo que fue la víctima ahora prefiere el dólar -que da una cierta estabilidad a los precios y a los salarios- antes que el retorno a una moneda nacional. Comprendo muy bien este argumento, pero no tiene futuro. Sin una moneda nacional, el margen de gestión de las opciones económicas es muy limitado, por lo tanto, se debe contar con una estrategia a más largo plazo. A la vez, el sucre, la moneda conjunta y común, no puede llegar a ser eficaz si no se fundamenta en una gestión aceptable de cada una de las monedas nacionales”. El economista, como podemos concluir, ponía el acento inicialmente en aspectos cuya centralidad se vuelve indiscutible al momento de analizar el colapso de los populismos en la región.

La entrevistadora inquiría también acerca del diseño de una propuesta de nueva arquitectura financiera, expresada en América Latina en hallazgos tales como el Estado Plurinacional de Bolivia y la Revolución Ciudadana de Ecuador, que se definen como expresiones de «diversidad económica y productiva». Más aún, en el caso del último de los nombrados se proponía propone incluso un sistema económico, popular y solidario. Irene León lo interrogaba acerca de si era viable pensar en economías alternativas, tomando en cuenta, por ejemplo, que podrían haber ciertas formas de intercambio que no estaban articuladas al mercado o al sector financiero, siempre refiriéndose, entendemos, a la desconexión como objetivo popular estratégico.

El gran Samir Amin era, también en este caso, categórico y esclarecedor: “Creo que una perspectiva económica de este tipo, con economías locales, diversas, cimentadas, en diferentes niveles, sobre los principios de colectividad y solidaridad -más que sobre la competencia- se fundamenta en principios muy sabios y deseo que esto progrese. Pero, ¿podrán prescindir de una gestión macroeconómica nacional y por lo tanto de una moneda? No lo creo posible. No creo tampoco que la economía sea un ensamblaje, porque podría ser recuperada mediante el discurso en torno a la «gestión», que yo llamo «gestión de la pauperización», la reducción de la pobreza, mediante el desarrollo de la sociedad civil, etc. El conocido discurso estadounidense sobre eso. No podemos obviar los escalones nacionales, los niveles del Estado. Son necesarias políticas nacionales y quien dice política nacional, dice, entre otros, pero no solamente, la gestión de los instrumentos monetarios. El Estado precisa dar crédito para infraestructura, dar apoyo a las economías locales, repensar muchas de las respuestas que da a los problemas sociales: educación, salud, derechos, vivienda, etc. Procuro, no obstante, ver esto con la máxima simpatía porque las intenciones parten de visiones progresistas, sabiendo además que estas iniciativas enfrentan serias oposiciones o resistencias internas y externas, como sucede con el Banco del Sur que tiene obstáculos por el escaso compromiso brasileño”.

Irene León lo consulta, finalmente, sobre la diversidad en América Latina y el auge que con respecto a la misma han tomado diversas definiciones matizadas. “El sumak kawsay, por ejemplo, posiciona un horizonte de largo alcance, que se levanta desde concepciones de diversidad, y más aún de «diversidades», desde una perspectiva muy distinta a la concepción liberal, que la concibe desde una perspectiva mercantil…” expresa la entrevistadora.

Samir Amin produce, entonces, una respuesta que nos concierne, nos concita y nos implica frente a la catástrofe de la restauración de las nuevas derechas. “El capitalismo liberal, el capitalismo en general, socializa a través del mercado, es decir que tanto el pobre y orgulloso indígena, como el pequeño burgués de origen español, ven el mismo programa tonto en televisión, anhelan los mismos productos, etc. Estamos a favor de una socialización democrática. Este tipo de socialización se enriquece de la diversidad, mientras que la socialización del mercado la empobrece y la convierte en folklore sin importancia, la convierte en nada; todo gira en beneficio de una falsa individualidad. La socialización democrática es una frase linda y simpática, pero es difícil de aplicar, pues acarrea el reto de articularla a objetivos comunes, y la gran oportunidad histórica presente, en este momento, apela a una respuesta audaz, a una radicalización de las propuestas, que permita a los pueblos no solo defenderse y pasar a la ofensiva, sino también construir un futuro”. La memoria de Amin no dejará de interpelarnos como Latinoamericanos. Su legado y su pensamiento totalizante, comprensivo, democrático, libertario y esperanzador, quizás opere como una epifanía colectiva, como una alerta permanente de las conciencias de millones de oprimidos de todo el mundo, de los desafiliados, los expropiados, los excluidos y los masacrados, como un llamado a la organización de los pueblos y a la lucha pacífica y consecuente por la definitiva liberación de un sistema oprobioso y letal.





(*) disponible en http://www.matxingunea.org/media/pdf/samir_amin_la_desconexion_en_tiempos_de_implosion_capitalismo_global.pdf