La delgada línea roja
Por Eduardo Luis Aguirre
"Ibase el día, envuelto en aire bruno,
aliviando a los seres de la tierra
de su fatiga diaria, y yo, solo, uno,
me apercibía a sostener la guerra" (La Divina Comedia. infierno)
La humanidad ha ingresado en una suerte de dramática cuenta regresiva. Ratificando aquella valoración geopolítica categórica de Henry Kissinger, el epicentro de lo que puede ser el más devastador conflicto armado entre los hombres puede precipitarse en Eurasiapor su importancia infinita. Quien domine a Eurasia dominará al mundo, solía decirse.

Por Jorge Alemán

Cuando se escucha a los portavoces de la derecha histórica y a los moderados reclamar por la unidad de España tienen razón y a la vez mienten. Mienten, porque ellos tienen aún la responsabilidad histórica de seguir reprimiendo la verdad de la memoria histórica.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

Asistimos a una mundialización capitalista sin freno y, en ella, las fuerzas políticas dan muestras de más debilidad que de fuerza” (Alain Badiou)

Durante lo que va del tercer milenio se ha profundizado la crisis de los principios y objetivos que dotaron de sentido a la ONU hace más de seis décadas.

Por Diego Gómez

La actual región de Kosovo fue parte del Imperio Romano y luego del Imperio Bizantino. En el marco de Bizancio, tribus eslavas nómades provenientes de Europa Oriental, en los siglos VI y VII d.C., fueron desplazándose y asentándose en la península balcánica. Allí comenzaron a fusionarse con poblaciones autóctonas e incorporaron la religión cristiana.

Por Eduardo Luis Aguirre

“Nuestro principal objetivo es que nuestros estudiantes aprendan a pensar de modo crítico e independiente. El abogado que se limita a memorizar y repetir no resalta; el abogado que piensa brilla. Ya nos contaba Jorge Luis Borges en “Funes el memorioso” que Funes no podía pensar, porque se dedicaba exclusivamente a memorizar todos los detalles. Decía Borges que “pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”. Queremos menos Funes y más pensadores” (1).

Por Eduardo Luis Aguirre

En los últimos años -de cara a la adscripción electoral recurrente de vastos sectores sociales a las expresiones más radicalizadas de la derecha- han crecido los interrogantes y los ensayos de explicación respecto del comportamiento de ese colectivo social inasible al que denominamos convencionalmente “clase media”. La preocupación es absolutamente razonable, y radica en que, en muchos casos, ese sector social ha contribuido decisivamente a la imposición de proyectos políticos conservadores que, paradójicamente, perjudican sistemáticamente sus propias expectativas e intereses.

Por Eduardo Luis Aguirre (*)



En los últimos tiempos las prédicas de funcionarios, corporaciones y medios de comunicación  apabullan dando cuenta de la naturaleza y las conductas pretendidamente “violentas” de los mapuches, tal como lo planteaban en el siglo XIX los prohombres de aquel estado liberal, militarista y oligárquico que perpetrara dos genocidios sucesivos: la masacre del pueblo paraguayo y la “Conquista del desierto” (habitado).

El régimen de poder del neoliberalismo ha logrado desconectar el malestar económico-social de cualquier modalidad emergente de un proyecto transformador. Los políticos macristas son mediadores intercambiables que cuentan con esa maquinaria neoliberal capaz de producir nuevas formas de subjetividad. En este sentido es que el macrismo es una variante del poder neoliberal y no una hegemonía.

Por Jorge Alemán