Por Eduardo Luis Aguirre


Henry Kissinger falleció a los 100 años de edad. Se trata de uno de los hombres políticos más influyentes del mundo, un teórico obsesionado con la construcción y el mantenimiento de un orden mundial, un consultor obligado y un hacedor profesional. Un protagonista excluyente de un sinfín de acontecimientos que nos conciernen en términos dramáticos a los iberoamericanos, así como un jugador definitorio en los grandes conflictos y acontecimientos globales acaecidos desde la segunda posguerra. Un frío y pragmático diseñador del liderazgo occidental por cualquier vía y un estratega excepcional siempre empeñado en alcanzar un orden estable que evitara la aparición de conflictos imprevisibles.

Nacido en 1923 en el sur de Alemania, debió exiliarse en los Estados Unidos en 1938, cuando arreciaba la persecución de los judíos en Europa. Esa vivencia lo marcó para siempre y delineó su concepción del orden y el poder que rechazaba enfáticamente tres situaciones concretas: el desorden, la revolución y la implantación de ideologías totalizante. Su noción del poder se alinea con esta mirada totalizante del mundo: Kissinger militó en la “Escuela de Realismo Político”, en la que ha pasado a constituir un clásico junto a sus partidarios más representativos, tales Maquiavelo, Niebuhr, Morgenthau o Kennan. Según esta escuela, los Estados, principales actores en las Relaciones Internaciona les (RRII), se comportan de forma semejante tratando de aumentar continuamente su poder. El poder forma el elemento central de la política inter nacional, y el equilibrio de poder se nos muestra “como la técnica más efectiva para el mantenimiento de un cierto orden en un sistema internacional por esencia competitivo y conflictivo”. Kissinger reconocía que, si bien actualmente el concepto de “comunidad internacional” es más invocado que en cualquier otra era de la historia, no está claro su alcance, sus métodos o sus límites. A lo anterior se suma que nunca ha existido, verdaderamente, un orden mundial global y que no existe una idea unívoca de lo que es orden mundial. Esa era verdadera preocupación existencial de este estratega, político, catedrático y lobbysta.

Nada será igual después de la desaparición de un genio de la política, la diplomacia y la guerra, que sólo se permitía pausas en su oficio permanente de pensar el mundo en los ratos libres en los que decidía dar rienda suelta a algunos placeres como la buena comida y la mejor bebida.

Kissinger fue una suerte de arma secreta geoestratégica que diseñó un liderazgo definitivo -hasta ahora- del capitalismo global. Fue, como lo dejo sugerido, implacable y capaz de pergeñar las “intervenciones humanitarias”, los golpes de estado, las guerras de baja intensidad y las alianzas internacionales con un manejo ajedrecístico del planeta. Uno de esos hombres que comprendió el mundo y las constantes y vertiginosas transformaciones que en el mismo se precipitaban.

Kissinger tenía un planisferio en la cabeza y antes de ser Secretario de Estado y Consejero de Seguridad de Estados Unidos alertaba sobre la necesidad de crear y fortalecer el anhelado Orden Mundial que lo obsesionaba y que quedó plasmados en algunos libros señeros: “Diplomacia” (1994), “Orden Mundial” (2014). También en su temprana tesis doctoral “Paz, legitimidad y equilibro”, en su ensayo anticipatorio “China”, de 2011 y en su último aporte “Liderazgo: Seis estudios sobre estrategia mundial” (2023).

Fue un descarnado realista político, pero eso no empece la brillantez “polémica” de un teórico excepcional, uno de los más grandes de la historia. De hecho, Kissinger se identifica claramente con la “Escuela de Realismo Político”, en la que ha pasado a constituir un clásico junto a sus partidarios más representativos: Maquiavelo, Niebuhr, Morgenthau o Kennan. Según esta escuela, los Estados, principales actores en las Relaciones Internacionales (RRII), se comportan de forma semejante tratando de aumentar continuamente su poder. El poder forma el elemento central de la política inter nacional, y el equilibrio de poder se nos muestra “como la técnica más efectiva para el mantenimiento de un cierto orden en un sistema internacional por esencia competitivo y conflictivo. Su actuación, su desbordante realpolitik en materia internacional no fue polémica ni controversial. Decenas de pueblos sufrieron intervenciones violentas diseñadas por su imperturbable dogmatismo, sus ventajas intelectuales y su desprecio por otro objetivo que no fuera el destino manifiesto de Estados Unidos y la protección de sus aliados. Pero una cosa no impide analizar la otra. Ojalá los políticos de la región revalorizaran a los teóricos y les encomendaran políticas emancipatorias, unitarias, democráticas y pacíficas con el resto de los países del mundo. Ojalá nuestra diplomacia conociera acabadamente, como lo hacía Kissinger, la peculiaridad y complejidad de lo que acontecía en el último rincón del planeta.



Bibliografía consultada:

Fernández Leost, José: “El testamento teórico de Kissinger”, disponible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6412068

Kissinger, Henry: “Liderazgo: Seis estudios sobre estrategia mundial”, Editorial Debate, tapa blanda, edición 1 en español, 2023

Romero Serrano, José: “Henry A. Kissinger, el orden estable, garantía de paz”, disponible en Dialnet-HenryAKissinger-595160.pdf

Villamizar Lamus, Fernando: “Kissinger, Henry. World order”, Penguin Press New York, 2014 420 pp. ISBN 978-1-59420-614-6

Imagen: Salto Grande Extra