Por Eduardo Luis Aguirre

Nuestra región ya no parece ser el subalterno patio trasero del imperio en un mundo unipolar. La profundización de las disputas geopolíticas, militares y económicas entre Estados Unidos y China ha colocado a nuestra América en un nuevo escenario, un territorio en disputa sobreviniente en un mundo donde proliferan las áreas sensibles.

Una multipolaridad en pleno trance de definición ha provocado que los países de este Sur deban añadir una preocupación adicional a sus agendas siempre contingentes.

Argentina está lejos de poder evadirse de esa realidad. El fortalecimiento de las relaciones bilaterales con Pekín y los intereses concretos que el gigante asiático defiende en la región colisionan de manera cada vez más evidente con la concepción estadounidense de la condición de zona de influencia propia que adjudica históricamente a los países ubicados al sur del Río Bravo. El nuevo escenario se ha vuelto más complejo. No hay más que observar las inquietantes advertencias que las más altas jerarquías de Washington realizaran en los últimos tiempos al presidente Fernández, en momentos en que el país se dispone a dirimir mediante elecciones generales buena parte de su futuro incierto. La derecha política argenta no ha dudado en sumarse a la prepotencia estadounidense y ha cuidado puntillosamente que quien hiciera pública no fueran quienes expresan los disparates habituales que en los últimos tiempos profiere la oposición, que son sus propios candidatos.

El último episodio, quizás el más notorio, estuvo protagonizado por Martín Redrado. Este ubicuo cuadro generalmente adquiere protagonismo cuando es necesario presentar en sociedad una imagen racional de las posturas de la derecha desatada. El personaje, en el rol civilizatorio de punto de amarre de las posiciones proestadounidenses de JXC alerta sobre lo errático que sería intentar confrontar con el FMI a través del fortalecimiento argentino de una alianza con China (https://www.lapoliticaonline.com/entrevista/martin-redrado-pensar-que-podemos-jugar-con-china-contra-el-fmi-es-no-entender-como-funciona-el-mundo/). Pero en realidad, y como suele ocurrir habitualmente, el recurso a la demonización parte de una falacia y encubre una decisión puntual. En este caso, se trata de la demorada compra de aviones caza por parte de nuestro país, una decisión que espera ser asumida desde el siglo pasado para actualizar lo que queda de su anticuada flota. Con el traje de candidato a canciller de la derecha, el economista asume que el gobierno argentino desconoce el mundo. Algo que siempre esgrime la derecha como una remanida consigna, y que les permite a sus prohombres aparecer siempre en posición de garantes civilizatorios de prudencia erudita. No hay más que recordar la deuda contraída con el FMI para constatar la consistencia de esa impostada gestualidad. Pero volvamos al punto en cuestión. Redrado considera que "Defensa y Seguridad es un tema continental, Argentina está en las Américas y en ese tema nuestra posición es capitalista y occidental". Por eso desaconseja que Argentina compre los aviones JF-17 que parecen ser fundamentales para su defensa, a los chinos, que además ofrecerían –según se informó en algunos medios- a la cancillería coproducir las aeronaves. Claramente, se trata de un intento de verbalizar un volantazo “sensato” por parte de la derecha más peligrosamente hipócrita que viene sufriendo la fatalidad de sus propios discursos y propuestas. En ese caso, la opción que le quedaría a nuestro país sería comprar los trajinados F16, aviones de segunda mano actualmente en poder de Dinamarca. Esos cazas, al parecer, no son daneses. Son americanos. Antiguallas que, si la Argentina no los comprara, se los darían a Ucrania, que es como tirarlos a un basurero nuclear. La primera C de verdad, no la que imagina Redrado. Los cazas chinos, al parecer, satisfacen todas las prestaciones que necesitan las FFAA armadas argentinas, son más modernos y compatibles con las hipótesis de conflicto criollas. No estaría mal prestar atención a lo que señala el portal especializado Pucará, imposible de ser sospechado de alguna cercanía con el gobierno argentino, dice lo siguiente: “La oferta (china) es atractiva desde el punto de vista comercial, financiero y técnico, ya que se ofrecen aviones nuevos con una amplia variedad de armamento, pods de designación de blancos y reconocimiento, equipos de guerra electrónica y otros sensores, que permitirían sumar una capacidad y no solo un avión. Además, China ha planteado la posibilidad de avanzar en la compra de aeronaves más avanzadas en un futuro, si el proceso de venta del JF-17 es exitoso, como podrían ser aviones de combate J-10”. “La otra oferta es la de Dinamarca y Estados Unidos por un lote de 18 F-16A/B MLU Fighting Falcon. A pesar de lo que se informó recientemente en algunos medios, la oferta por los aviones, realizada por Dinamarca, ya fue entregada por escrito. Sin embargo, esta oferta solo cubre los aviones y el equipamiento básico para operarlos, lo cual no conforma a la FAA, que necesita no solo que vuelen, sino poder operarlos como sistema de armas.

Así, ante la presión de Estados Unidos para que no se compren aviones de combate a China, se pidió que junto a los F-16, Estados Unidos venda un lote de armamento, sensores, pods, aviones de reabastecimiento en vuelo KC-135R y equipamiento para poner en condiciones la VI Brigada Aérea para una operación segura de los aviones y sus sistemas.

Inicialmente, Estados Unidos se mostró poco proclive a entregar la mayoría de los ítems que pedía la Argentina, pero ante el avance de las negociaciones con China, han indicado que estaban dispuestos a entregarlo, pero no han dejado por escrito ninguna oferta. Es preciso agregar que el programa Foreign Military Sales por el cual se haría la operación, permite a Estados Unidos cambiar unilateralmente los contenidos del material negociado, en cualquier momento del proceso de entrega del material, así como alterar los plazos. Esto significa que, aunque haya una oferta por escrito, no significa que finalmente la Argentina termine recibiendo lo que negoció” (https://www.pucara.org/post/argentina-cazas-o-no). Sólo una perspectiva colonial radicalizada como la de Redrado podría concluir de la manera rotunda en que lo hace. Es cierto que la decisión diplomática no es sencilla y debe ser merecedora del más cuidadoso análisis. Es probable que Argentina, o al menos este gobierno, no llegue a tiempo a concretar la operación aunque decidiera hacerlo, ya que los tramos que la misma requiere sobrepasarían los límites temporales de su gestión. Pero otra cosa es ir en contra de los intereses de su propio país. Un clásico histórico de los sectores conservadores argentinos.