Por Eduardo Luis Aguirre (*)

El fútbol de la Liga Cultural, como el de innumerables instituciones de todo el país, es estatutariamente aficionado. Los clubes que las componen, por ende, son asociaciones civiles sin fines de lucro. Sea o no el fútbol la principal motivación de estos últimos, el requisito previo del amateurismo es inexorable, histórico, cultural y jurídico.

La "affectio societatis" de esos clubes se entramó siempre bajo esa condición, como lo expreso a propósito del centenario en mi breve libro que aborda pinceladas de la historia de General Belgrano. Los socios y simpatizantes se convirtieron desde sus fundaciones en fieles laicos de sus divisas, pero rotundamente fieles. Distintas identidades y sujetos colectivos crecieron en esos espacios.

Hace poco tiempo, con la anuencia de algunas decenas de socios y probablemente al amparo del DNU 70/23, el Club Centro de Fomento Social y Deportivo "José Hernández" de la Liga Costera del Río de La Plata adhirió a las SAD, lo que fue saludado por el Secretario de Deportes de la Nación Daniel Scioli y su Subsecretario Julio Garro. Queda claro que esa es la línea que baja el gobierno nacional en relación a esta gravísima cuestión. Sin perjuicio de ello, la Liga Costera de La Plata desafilió de inmediato al club por haber violentado su condición de asociación sin fines de lucro. El club anunció que recurrirá ante la justicia esa sanción y contrató a un resonante estudio jurídico para que asumiera su defensa. Esta noticia es un toque de atención urgente para nuestra Liga y exige de su parte un rápido pronunciamiento y una advertencia al respecto, porque es probable que experiencias de este tipo se multipliquen aprovechando los vientos de cola del neoliberalismo globalizado.

El caso del Club Estudiantes de Santa Rosa es icónico. La histórica institución de la calle Moreno ha anunciado que, después de largas décadas sin practicar fútbol se propone volver a la actividad mediante la modalidad de "gerenciamiento". Habría alcanzado, según publicaciones periodísticas, un acuerdo con un grupo empresarial cuyo referente es el ex jugador Fernando Cavenaghi.

Cavenaghi fue dueño de Racing de Montevideo.

En 2021 el club pasó a ser una Sociedad Anónima Deportiva, siendo presidido por el actual empresario quien junto al también ex jugador Alejandro “Chori” Domínguez adquirieron el club, logrando el ascenso para la temporada 2022. Tras una gran temporada en 2023, el club logro clasificarse a la Copa Sudamericana 2024. La prepotencia económica adquirida por la privatización terminó al parecer saldando los resultados de la competencia deportiva. Algo absolutamente reñido con la ética de los clubes sociales, donde la lógica que prima es el servicio a la comunidad y no el mercado. Los clubes no forman parte de lo que se compra y se vende ni forman parte de transacciones comerciales que alteren la finalidad desinteresada para la que fueron creadas.

Pero sigamos recopilando brevemente la historia reciente.

El Racing uruguayo, aquel club que a duras penas conservaba la categoría y era el epicentro de transacciones destinadas a evadir impuestos o a realizar transacciones simuladas (recordar el caso Lalín), juega ahora, reconvertido, las competencias hemisféricas que organiza la CONMEBOL.

Cavenaghi ya no es su propietario. Se lo vendió nada menos que a una sociedad integrada principalmente por el Bayern Münich y el magnate financista Bennett Rosenthal, que maneja un fondo de miles de millones de dólares y es dueño de Los Ángeles Fútbol Club, el equipo campeón de la MLS, donde han invertido otros famosos como David Beckham, Magic, Johnson y Justin Biever. Para tener una idea de la dimensión de las inversiones que amasa la Liga estadounidense, digamos que su presidente aparece declarando en la red un patrimonio personal de miles de millones de dólares y acaba de contratar como arquero al francés Hugo Lloris, reciente subcampeón del mundo en Qatar, otro espacio de turbulencias del capitalismo fuera de control. El otro socio propietario de Racing de Montevideo es el actor y empresario Brandon Beck, creador de la serie Arcane, inspirada en el universo de la “Liga de las Leyendas” (League of Legends).

¿Alguien piensa seriamente que nada habría de cambiar si se introduce semejante caballo de Troya en el sacrificado y místico fútbol de La Pampa? El mundo se ha hecho mucho más chico que antes y los personajes que interactúan son fácilmente detectables, como hemos visto.

Lo que esperamos es un pronunciamiento de la Liga que evite un golpe de gracia contra la pasión. De lo contrario, habrá de imponerse el discurso del amo lacaniano, que no es otro que el discurso del capitalismo. Eso significaría autorizar un daño irreparable a la cultura común, a las pasiones alegres y colectivas, a nuestras tradiciones que nos galvanizan como conjunto.

(*) Nobleza obliga. No había tomado conocimiento de que la Mesa Ejecutiva de la Liga Cultural había producido un comunicado en la dirección reclamada. Saludamos ese pronunciamiento así como la decisión del querido Club Estudiantes de revivir un pasado futbolístico glorioso, en el marco de las prescripciones estatutarias en vigencia. Este estracto sirve, entonces, como un necesario ejercicio de reflexión frente a lo que aparece de manera aluvional como un embate contra el fútbol amateur en todo el país.