Por Eduardo Luis Aguirre


Más allá de sus gestualidades extravagantes, asertivas y enjundiosas, Javier Milei es un presidente vacilante. Teóricamente vacilante y peligrosamente confuso. No nos interesa detenernos en los aspectos singulares de su personalidad ni en la relación que consiguió con una masa variopinta que lo vota y (hasta ahora) lo sostiene.

Lo que nos preocupa es que, detrás de sus certidumbres en apariencia lapidarias, las contradicciones conceptuales que lo atraviesan demuestran que allí se aloja un riesgo de proporciones incalculables. El ajuste innecesario e injusto que arrojó ayer sobre el pueblo argentino es una muestra catastrófica de este estado confusional.

Este anarcocapitalista que supimos conseguir es seguidor de autores como Murray Rothbard, autor del libro “Historia del pensamiento económico” (1999) en el que historiza al movimiento libertario desde la China antigua hasta hoy) y del español Jesús Huerta de Soto, que intenta conferir autoridad a dicha corriente de pensamiento sugiriendo que Dios era anarcocapitalista (https://www.youtube.com/watch?v=7gt8fhrS-yU ) y que el estado es la representación terrenal del maligno. Sugerimos utilizar algunos minutos para escuchar esta conferencia y asíi poder entender mejor al presidente.

Pero al mismo tiempo, Milei da cuenta de su evolución al judaísmo sin revisar su concepción anarcocapitalista y eso desarticula toda convivencia posible entre su visión del mundo, de la justicia y de la condición humana, que se constituyen en una verbalización aluvional que se contradice a sí misma de manera rotunda.

La primera debilidad parte de creer que el mundo ideal sería aquel donde los individuos viven en completa libertad para negociar sin la coacción que ejerce cualquier institución oficial, conforme la matriz libertaria. Eso se derivaría de la condición “libre” del ser humano que se expresa, en tanto individuo, en una existencia naturalmente destinada a reproducir sus bienes y ganancias. Por eso, para Milei la justicia social es una “aberración” (lo mismo dice Huerta de Soto) y el cobro de impuestos implica un “robo”. Así se entiende la “libertad libertaria”. Hay un sentido de la vida y la concepción de un hombre que se expresa como “homo economicus” de forma extrema. Cualquier mengua de ese señorío constituiría una afrenta a su libertad. El capital pasa a ser intocable, intangible y, por lo tanto, el gran articulador de la vida que imaginan los libertarios en una sociedad de individuos “libres”.

Este sentido egoísta e individualista tropieza con demasiadas dificultades. La primera es la fetichización del hombre en cuanto individuo. Porque el hombre nunca ha sido individuo. Siempre ha sido comunidad.

Esta última afirmación de Enrique Dussel no solamente pone en crisis aquella mirada sobre la libertad sino su adecuación o compatibilización con la religión judía a la que adscribe (o está en tránsito a hacerlo) Milei. La debilidad del presidente en todos aquellos saberes que excedan la microeconomía le impide pensar que la ideas de Rothward tal vez no sean compatibles con la filosofía humanista semita y sus grandes aportes al mundo. Empezando por el ejemplo temprano de ascetismo comunitario y sectario de los esenios. Se trataba éste de un grupo que practicaba individualismo adulto dentro de una visión comunitaria y pueden ser asumidos como un antiguo precedente del “Nuevo Israel” que se proyectaba en un futuro, fruto de una “Nueva Alianza” (aspecto social del individualismo del judaísmo naciente).

Más aún. Las mismas fuentes destacan que “Israel se desprende del instrumental político, comercial y rural, para constituirse como comunidad en un plano distinto del anterior. En torno a la presencia de Yahveh (îehváh shamáh; Ezequiel 48,35), que es universal, ya la Ley (toráh), que puede ser venerada y cumplida por doquier, se organiza lentamente una qa’al (comunidad, Iglesia), sin agrupación política o cultural, propia de base.

Yahveh es el bien común, absolutamente “bien” y universalmente “común”, tanto por ser creador, como por su presencia (shamáh) en su pueblo en el presente, como por la promesa futura de su bendición eterna (Dussel, Enrique: El humanismo semita, Eudeba,1969, p. 55 a 58).

Dicho en otros términos: “El judaísmo te exige unirte a una comunidad; enseña que el hombre no puede vivir aislado de los otros seres humanos. Sólo una comunidad te puede impulsar a superarte y sólo una comunidad te puede dar permanencia a lo largo del tiempo” (https://www.enlacejudio.com/2018/04/05/cuales-son-los-valores-mas-importantes-para-el-judaismo/).

Vale decir, en el judaísmo hay comunidad y solidaridad y se crea un pueblo que crea sus propias reglas e interviene en la vida comunitaria. Esta cualidad proviene de tradiciones que tienen una antigüedad de más de 2000 años antes de la era común. Basta citar La Regla de la Comunidad, uno de los manuscritos fundamentales encontrados en las cuevas de Qumrán en lo que fue uno de los descubrimientos históricos, religiosos y políticos más importantes del siglo XX.

El presidente vacilante, rodeado por la potencia de una multiplicidad de corporaciones que tratan de sacar tajada de la confusión y las contradicciones del único libertario que habita el staff oficial (en este caso, nada menos que el presidente), detona la ilusión anarquista y pone en práctica un ajuste criminal, salvaje, sin precedentes y sin cálculo alguno sobre sus consecuencias. El toma y daca y las internas cada vez más visibles al interior del gobierno hunden al país en un infierno insostenible.

Como el ajuste no contempla anclaje alguno, ni ningún plan de estabilización, la decisión implica simplemente una transferencia de recursos fenomenal de los sectores populares a las corporaciones que ganaron la pulseada en este escenario extravagante de misticismo con piratas de las finanzas y exportadores, terminará comprometiendo seriamente a las provincias. En línea con lo que ya analizamos, tal vez los gobiernos populares de los estados provinciales deban explorar nuevas fuentes de financiamiento o prever la alternativa maslatoniana. Porque además del salvajismo canalla del ajuste, con estas medidas se profundiza severamente el debilitamiento de las provincias frente a nación en términos de política tributaria. En este caso los impuestos sí podrían ser considerados un robo, pero perpetrado ahora contra el “interior” del país. Hay una suerte de mito del eterno retorno en esta circularidad. El capitalismo, en la Argentina, además de su impiadosa capacidad de generar sufrimiento, siempre se va al pasto en su amenaza de regresar al día anterior a Caseros.