Por Eduardo Luis Aguirre

 

El día después comienzan las especulaciones y la búsqueda de las más variadas causales para explicar el resultado rotundo del plebiscito chileno. El mismo pueblo que hace un par de años votó por una transformación de las instituciones trasandinas acaba de rechazar la propuesta de reforma constitucional del gobierno. Una propuesta que, en puridad, a muchos nos parecía un salto cualitativo copernicano. Se venía, en teoría, una constitución plurinacional, diversa, ecológica y pródiga en la enunciación de nuevos derechos. Interpretar qué es lo que pasó es, como siempre, un ejercicio conjetural pero inexorable.

Lo primero que me pregunto es si la mayoría aplastante de los chilenos identificó al proyecto con el propio gobierno, cuando Boric ha registrado una caída sorprendente en sus niveles de adhesión a pocos meses de iniciar su mandato. Eso debería ser materia de un análisis tanto o más riguroso que el guarismo adverso porque hace a la legitimidad del propio gobierno. En todo el mundo, los progresismos que encarnan la fase superior de la crisis de las izquierdas terminan generando una decepción masiva en sus respectivos países. Algo de la materialidad y de las necesidades acuciantes del día a día los desborda y los supera. En las sociedades injustas de nuestra región –y Chile es un ejemplo extremo de esas desigualdades- los cambios no pueden esperar porque las privaciones urgen.

Lo segundo es que no se trata del mismo pueblo. El voto obligatorio cambió una ecuación cuantitativa que refleja las nuevas subjetividades que habitan al interior de la compleja sociedad chilena. O sea que el pueblo que rechazó esta propuesta no era ni cuantitativa ni cualitativamente, el mismo que se expidió el domingo. Esto lo explica muy bien Juan Elbaum (1), así que a él me remito. Sólo quisiera acentuar la condición contingente y variable de un pueblo en permanente y necesario proceso de construcción política.

La tercera cuestión sobre la que quisiera indagar es sobre las contradicciones que genera en Chile la posibilidad de asumirse como un país plurinacional. No solamente por un proceso histórico y racista de disciplinamiento y coerción cultural e institucional, sino porque los pueblos indígenas fueron convertidos en una suerte de chivo expiatorio por un coro sistemático que incluye desde los grandes medios de comunicación y las agencias de control estatal hasta la gran prensa, el rumor y los mitos urbanos. La construcción de un enemigo interno lo ha intentado también la derecha argentina. Y en ese caso es necesario poner la lupa en las diferentes formas de proceder de los distintos estados provinciales de este lado de la cordillera y los resultados obtenidos en cada caso. Pero volvamos a Chile. Allí es público y notorio que el gobierno no pudo resolver la complejidad de una cuestión pendiente desde hace siglos. El resultado incluye un voto refractario a cambios que, a la letra, muchos suscribiríamos. Pero el fuerte contenido colonial y conservador de este sujeto total albergaba una mayoría que sigue desconfiando del diferente.

La cuarta y última interrogación se vincula con la conformación fosilizada de los estados nación en nuestra América. Y en la necesidad de pensar si, además de la posibilidad de acometer grandes reformas jurídicas (que desde luego son necesarias) no es menester llevar a cabo modificaciones que no demanden ese tipo de exigencias. Intentaré ser más claro. En Chile se registraron  rebeliones desde el siglo XIX, específicamente en provincias del norte y sur del país. Estos llamados "estallidos provinciales" fueron reacciones al centralismo de la administración y política chilena, que concentró la actividad económica y política en el eje ciudad puerto - ciudad capital: Valparaíso y Santiago. Esos matices tampoco han dejado de existir (2). Ni de un lado de la cordillera ni del otro, y significan formas distintas de concebir el país y el mundo. Hagamos un ejercicio hipotético. Pensemos, en esta realidad convulsionada de la Argentina, cuántos factores se desactivarían con sólo cambiar la sede del gobierno del país portuario. En Chile la cuestión no es idéntica, pero estas contradicciones siguen presentes. En nuestro país, seguro, cambiar la matriz porteñocéntrica es un imperativo categórico y acuciante. En toda América Latina, es hora de ajustar cuentas con estos procesos de asimetrías internas que datan de siglos y que transversalizan la desigualdad y las percepciones y humores de los habitantes.



1. https://cenital.com/chile-por-que-gano-el-rechazo/

2. Saldaños Lagos, Catalina, “Estallidos provinciales. La tensa relación entre las provincias y el centro. Chile, 1830-1860”, disponible en https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-23762010000100012