Por Liliana Ottaviano

 

 

El 2 de mayo de 2022 el Tribunal Oral Criminal Federal de la ciudad de Santa Rosa leyó la sentencia a los imputados en el marco del tercer Juicio de la denominada Subzona 1.4, denominación dada a la provincia de La Pampa en el marco del plan represivo y sistemático del terrorismo de estado de la última dictadura militar, cívica, corporativa y eclesiástica.

En este tercer juicio, se juzgaron y condenaron los delitos sexuales perpetrados en el marco del estado terrorista. El Tribunal le puso nombre y apellido a sus responsables, y esta era una deuda de la justicia, que en el día de ayer se saldó.

Tal vez debamos asumir las circunstancias que hicieron que debieran pasar más de cuarenta y cinco años para que estuvieran dadas las condiciones de posibilidad para que estos delitos llegaran a juicio. En el marco de estas condiciones de posibilidad no podemos dejar de mencionar la irrupción del sujeto político del feminismo que anudando reclamos que provenían del sujeto de los derechos humanos hicieron posible que los delitos sexuales fueran considerados independientes de la tortura, y como tal, juzgados.

La violencia sexual bajo la condición de detenido/a-desaparecido/a por el estado, nos hace pregunta sobre el estatuto del cuerpo en los centros clandestinos de detención y en la singularidad de la experiencia del horror.

En un centro clandestino de detención, la tortura y el abuso sexual tienen por fin abolir toda la humanidad que hay en una persona y dejar a la intemperie –permítanme decir- “eso” que queda como resto de la operación de deshumanización propia de la violencia de un estado terrorista.

No hay en el campo de concentración otra libertad que no sea la de atravesar el sufrimiento de manera singular a pesar de que los tormentos sean iguales para todos. Considero este punto como crucial para pensar el lugar de las víctimas en aquel pasado, y de las y los sobrevivientes que más de 45 años después siguen dando testimonio.

Durante el proceso judicial hemos podido observar que esos cuerpos arrasados por la tortura, por el dolor, esos cuerpos que fueron deshumanizados, recuperan –y así lo vimos- en la escena de la audiencia oral un lugar del que habían sido desalojados, y ese lugar que les es restituido por el propio Estado es bajo la mirada de los genocidas y torturadores en calidad de imputados. Esos cuerpos que después del testimonio no solo buscaban el abrazo, sino que se dejaban caer en ese abrazo como buscando el sostén que devuelva la humanidad en una temporalidad alterada. Así el sobreviviente que sale de testimoniar es –permítanme que lo diga con este neologismo- AQUELESTE sujeto atravesado por el dolor de la tortura y la vejación.

El lunes 2 de mayo de 2022 se leyó la sentencia de este tercer juicio. Tal vez el último. Quedó materializado que La Pampa no fue una isla –cómo muchas veces se intentó convencer a su población- pero también quedó materializado que no hay impunidad posible para estos crímenes de lesa humanidad.

Y vuelvo a las condiciones de posibilidad, en este caso a una que viene del lado de quienes dan su testimonio. A veces es necesario que pase el tiempo para que una persona pueda constituirse como testigo de los hechos que la tuvieron como víctima en el pasado, y para que otras estén dispuestas a escucharlo y sancionarlos.

La verdad necesita de la figura del parresiasta para poder ser dicha, del interlocutor dispuesto a escucharla, pero también necesita de sujetos capaces de sostener la transmisión de esa verdad como destino de la memoria.

Cómo dice Fabiana Rousseaux, “no fue durante Auschwitz cuando existió Auschwitz, sino cincuenta años después, cuando el mundo estuvo dispuesto a escuchar lo que había sucedido”. (https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-247278-2014-05-29.html)

En La Pampa el 2 de mayo de 2022 se asumieron los peores crímenes cometidos por el estado en nuestro territorio, a la vez que se sancionaron a través de la justicia ordinaria, en el marco de un debido proceso y respetando todas las garantías constitucionales que nos permitan decir, se hizo Justicia.

Y en este punto se abre un nuevo camino en el sostenimiento del significante de Memoria, Verdad y Justicia, el cual debe permear la trama social para bordear ese agujero que representa dimensión pulsional agresiva ineliminable y constitutiva de la civilización.

Los dioses oscuros no descansan. Cambian de ropaje pero mantienen las mismas ideas.

Hay que estar advertidas y advertidos.

Los dioses oscuros en nuestro país le arrebataron la vida a 30000 compañeras y compañeros por quienes seguimos trabajando por Memoria, Verdad, Justicia y Reparación sabiendo desde la enseñanza del psicoanálisis que siempre será no toda, singular e inacabada.