Por Eduardo Luis Aguirre

Hay una cosa que es cierta: después de la palinodia de ocasión, resulta algo así como un no posible seguir este domingo adelante con la lectura del cohete. Algo (que no equivale a un poco) ha cambiado en esta mañana de reconfiguraciones quizás definitivas.

Interesante entonces lo de HV como fenómeno político y biopolítico.

En pocas horas cosechó una catarata de críticas de más diversas procedencias que las vacunas. ¿qué era lo que soterraba y contenía esas pulsiones hasta ahora? ¿acaso el temor reverencial de sus investigaciones y artículos? ¿algo parecido al terror que recurre a las operaciones que ahora se denuncian como forma de articular ensayos de teoría política? ¿una duda a la afirmación determinista reciente de que la izquierda es éticamente superior a la derecha? ¿qué otras cosas habilita la caída, exceptuando exabruptos menores como la reaparición de una derecha perversa o una izquierda extraviada en sus balbuceos agitativos que apuestan a la antipolítica por distintas vías? ¿o es que, en realidad, estamos ante un hiato de la historia que parece sugerir que ya no es posible -para los proyectos populares- construir una política divorciada de la ética?

En primer lugar, creo que esto no es un mero episodio. No hay aquí un rayo que sacude el cielo diáfano. Lo que aconteció es otro error autoinferido en una seguidilla que sí implica dárselas demasiadas veces a los de amarillo. Los grandes medios se encargarán de hacer lo suficiente para acudir a la moralina doméstica que aludía Jauretche, dejando de lado el plan criminal de entrega del macrismo, confeccionado de manera sistemática. Luego, creo verdaderamente que la ética es (asumo esta licencia del lenguaje) consustancial a todo proyecto democrático, popular y emancipador. No puede haber un divorcio entre la épica liberadora y la ética.

Pero acá el tema no pasa por el periodista. Para nada. Pasa por la necesidad de discutir nuevas formas conceptuales de la política y lo político que se alejen del arcón del consenso de Washington. La palabra mágica del funcionamiento del estado es “gestión”. Todo es gestión, y esa gestión administrativa del mero día a día termina siendo el reaseguro de la inviabilidad de las transformaciones estructurales. Por el contrario, la disciplina fiscal, las “reformas”, las prioridades del gasto público, la “nueva” razón teórica del posibilismo neoliberal, el papel de los estados, la “gobernanza”, la globalización pasan a ser parte del nuevo proceso de colonización. La cultura de muchísimos funcionarios argentinos colonizados por la realpolitik neoliberal ha dejado de lado la discusión teórica, Esto es motivo de un debate demasiado largo, pero esa macabra herencia atraviesa casi todos los gobiernos del mundo y es en buena medida la que explica la centralidad del caso HV.

Hay un dolor bicéfalo que implica la trayectoria periodística y el enorme recorrido  que en materia de Derechos Humanos caracterizaron su militancia, pero también lacera otro dolor que proviene de la desaparición simbólica del gran proveedor de elementos de teoría política, de economía política y de política internacional. Su vacancia también afecta a muchos porque sus editoriales dominicales se convertían en breves (o no tanto) herramientas de argumentación política.

HV maneja información concerniente a la complejidad dinámica del mundo que habitamos. Y la socializaba como pocos. Era el escritor a quien atendemos tanto en su literalidad como en los entrelineados. Y eso también duele. Porque su pensamiento es una invitación permanente a la complejidad. Y si no entendemos la complejidad del mundo, de su inédita dinámica y de sus contradicciones, no nos quejemos de los errores que a veces se visibilizan con una inusitada potencia. Como ahora. Hay en las sociedades neoliberales una subalternización subrepticia de la teoría y eso, a la corta o a la larga, la pagan los pueblos y la facturan los gestores. Los que sí, "hacen cosas" y son validados por ese mero hacer Cosas que, en muchísimas ocasiones, garantizan la reproducción de un estado de situación manifiestamente injusto. Lo verdaderamente trágico es que en su matriz intelectual eficientista (otra categoría rotundamente neoliberal) los ocasionales gestores tal vez ni siquiera se percatan del daño colectivo que ocasionan. 
Son pocos los analistas que pueden articular esos entresijos. HV es uno de ellos.