Por Eduardo Luis Aguirre


No hay espacio, no hay lugar para la controversia y sería un arrebato errático atender a las prédicas negacionistas de nuevo cuño que llegaron de la mano de la narrrativa inmoral de las nuevas derechas. El lenguaje y las retóricas de la barbarie han sido sepultadas rotundamente por la historia y por la propia justicia ordinaria argentina. Fueron crímenes contra la humanidad los perpetrados por la última dictadura cívico militar y esa decisión generó un respeto unánime en todo el mundo.

Saldada así la cuestión, el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia mantienen su entera vigencia cuando el país se encuentra amenazado por las tentativas regresivas más explícitas y deben ser leídas como parte de la historia reciente, pero también del presente y de  lo que puede ocurrir por imperio de un nuevo estilo, salvaje y colonial que nos acecha. La dictadura se montó en lo que por entonces se designaba como un nuevo orden mundial. Las derechas del anarcocapitalismo aparecen en medio de un des-orden internacional. No obstante, en este caso hay una diferencia fundamental. La reaparición de las naciones como categorías históricas y de los nuevos bloque y alianzas entre países. Ese es un campo fértil para nuevos intentos emancipatorios. La consigna, entonces, no es nada más ni nada menos que el reaseguro de la unidad organizada del pueblo argentino en busca de una nación libre, justa y soberana. Que es el punto de partida para revertir un sentido común ominoso que intenta disciplinarnos en la más oscura injusticia. Codo a codo, espalda con espalda. Asimilando las diferencias y los matices, que siempre los habrá. Este 24 de marzo, como todos, es también singular. Desde lo simbólico, como siempre, pero también desde la material carnalidad de lo que se pone en juego. Organizar en conjunto el orden de prioridades será una muestra de madurez común, casi revolucionaria.

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