Por Eduardo Luis Aguirre

 

En 2013, una nutrida marcha que iniciaba en la Bastilla alteraba la impresionante arquitectura parisina. En la ciudad de las luces, un orador encendido, filósofo de profesión, docente de secundario, que por entonces militaba en el viejo Partido Socialista francés se desmarcaba de las socialdemocracias en pleno proceso de degradación: “No queremos al mundo de las finanzas en el poder, no queremos las políticas de austeridad que hacen sufrir a los pueblos de Europa y conducen a todo el continente al desastre", se manifestaba explícitamente "contra el"golpe de Estado financier y acusaba a la "troika"  y a la "vacía Comisión Europea"  de imponer al pueblo "un sufrimiento innecesario que se asemeja al sadismo" para pagar "una deuda que nunca será pagada".

Y clamaba, en una advertencia señera: "Abajo el infame complot contra el desgraciado pueblo griego, portugués y español". El discurso se diferenciaba claramente de las gramáticas claudicantes de los socialismos rancios y Jean- Luc Mélenchon, desde ese momento, sería demonizado con el cliché de moda de las derechas del tercer milenio. Aparecía un nuevo peligro populista en el corazón mismo de occidente y competiría en todas las elecciones sobrevinientes en su país. De allí en más sería tildado de difamador, insultante, discriminador y portador de teorías conspirativas. La prensa del sistema, como no podía ser de otra manera, pasó a jugar un rol sistemático de desgaste del líder de Francia Insumisa, que decidió dar la pelea en todas las contiendas electorales galas sucedidas en una década. Hasta que en las elecciones presidenciales de 2022 obtuvo el 21,95% de los votos, quedando fuera de la segunda que disputaron Macron (27,84 %) y Marine Le Pen (23,15 %). Mélenchon sumió al Partido Socialista en el peor resultado de su historia y se consolidó como el referente de la izquierda francesa.


Está claro que el Frente Popular no alcanzó sus objetivos de máxima y Mélenchon no fue Primer Ministro. Pero también es cierto que, aún con sus disputas intestinas, la izquierda ha demostrado que puede modificar el mapa político francés de cara a un futuro que promete mirar el mundo desde una perspectiva diferente a la de las izquierdas sistémicas tradicionales de Europa. Que esto aconteciera en Francia, implica la recuperación de tradiciones culturales que se fueron sepultando en las últimas décadas, pero también una mirada distinta de la propia región. Para eso es fundamental la categórica revalorización decolonial y antiimperialista de este político nacido en Tánger hace 71 años, de ancestros españoles, que reivindica las gestas latinoamericanas de la primera década de este siglo y no se deja seducir por las propuestas socialdemócratas que, entre otras consecuencias, parece habe minimizado a Podemos en España. En la palabra de Mélenchon habita un componente argumental que ilumina la política francesa. Hay una convocatoria al orgullo nacional, la épica de la libertad y la transformación rotunda de una sociedad profundamente injusta. El apretado porcentaje que lo separa en votos de las dos expresiones neoliberales mayoritarias lo compele al desafío de una construcción popular amplia, diversa, frentista. Mélenchon es mucho más que una variante de “storytelling” (*), como se lo ha pretendido exhibir. No es sólo narrativa ni el resultado de una correcta estrategia electoral sino la reposición del argumento en la izquierda como forma de hacer política. Insisto, su perspectiva del actual entramado mundial es alternativa a las que amasan las izquierdas pro atlantistas del viejo continente y previa a las elecciones de junio pasado. Mélenchon es una síntesis superadora de lo que hasta ahora veíamos, en general, en el occidente más rico. Además de reivindicar a Simón Bolívar y criticar en su blog la visita de Pelosi a Taiwan, el líder frentista exhibe una respetable trayectoria como escritor y analista de la política global. Uno de sus libros, particularmente agudo, se titula “El arenque de Bismarck”, y constituye un llamado de atención a la forma como Alemania coloniza al resto de Europa obteniendo un liderazgo regional que intentó pero no consiguió con métodos históricamente reprobables. Mélenchon hace especial hincapié en este desfasaje que desnaturaliza el engendro unionista: “"Este libro es un panfleto. En él me he tomado el derecho de criticar a Alemania. Porque hemos visto cómo ha tratado a Grecia. ¿No es un anticipo de cómo tratará a Francia, a cualquier otro país del Este o del Sur? Mantengo que Alemania se ha convertido en un peligro para sus vecinos y para sus socios. Denuncio su arrogancia y el supuesto “modelo” que impone a los demás en beneficio propio. Muestro hasta qué punto representa un retroceso para nuestra civilización. Aviso: más allá del Rin ha nacido un monstruo; es el hijo de la economía financiera desbocada y de un país que se ha entregado a ella, aquejado de necrosis por el envejecimiento acelerado de su población. Ese matrimonio está en vías de modelar Europa a su imagen y semejanza. De hecho, Alemania va mal. El veneno alemán es el opio de los ricos. Cambiar nuestras vidas y cambiar a Alemania es un mismo empeño. Hay que llevarlo a cabo antes de que sea demasiado tarde. ". Este libro es un correlato de su plataforma política, disponible en melenchon.fr


Allí se advierten tres puntos claves que podríamos resumir como la reivindicación de la paz en una Francia independiente aferrada al paradigma del buen vivir. Un renglón le basta para tomar posición frente a la guerra, la colonización del capital y el liderazgo germano. El arenque de Bismarck es un título de alta resolución. Dialnet evoca, de manera rotunda: “Cuando Hollande visitó a Merkel en 2014, la canciller obsequió al presidente francés con arenques "a la Bismark", un puñetazo en el hígado si se recuerda que Bismarck derrotó a los franceses e hizo coronar al emperador Guillermo en el mismísimo palacio de Versalles. Con "El arenque de Bismarck" -de inminente publicación en España- Jean-Luc Mélenchon se desquita: se trata de un texto mordaz, divertido, pero que es un durísimo alegato contra la hegemonía alemana y sus intentos de anexionarse Europa. Aquí presentamos una muestra con un par de fragmentos en los que Grecia toma protagonismo, aunque el plato de Mélenchon contiene muchos otros ingredientes”.

Quien la haya escuchado alguna vez de boca de pueblos en lucha contra potencias locales a las que rara vez aludimos (el caso de los kurdos es el ejemplo que se me ocurre más explicativo), quizás pueda comprender la categoría agobiante de los “microimperialismos” con la lectura de este libro escrito en 2015, varios años antes de que se diseñara cualquier campaña electoral.

(*) Richard, Eugénie:" La Revolución francesa en marcha: storytelling en la campaña de Mélenchon para las elecciones presidenciales".