Los grandes hombres de la historia son aquellos que interpretan los intereses, las expectativas y los sueños de las multitudes. No son figuras providenciales, impolutas, inexplicablemente casuales, como las describe la historiografía conservadora, sino que encarnan, por el contrario, fabulosos procesos políticos desde los cuales los liderazgos emergen como síntesis dialécticas revolucionarias.
Néstor Kirchner fue, sin duda alguna, una de ellas.
Se trata del estadista que mayores transformaciones produjo en el país y su cultura política desde la recuperación democrática, que además extendió su influencia a América latina en su conjunto.
Su desaparición se produce en un momento particularmente dinámico del país. Es un contexto crucial, en el que aquellos que luchamos por un país más justo, con equidad y justicia social y una democratización cada vez más profunda de todos los estamentos sociales, debemos articular nuevos procesos unitarios que permitan deslindar lo importante de lo accesorio y, fundamentalmente, caracterizar correctamente a los aliados políticos con los que podemos contar para profundizar estas enormes transformaciones que se han llevado a cabo en estos siete años.
La consigna es respaldar el gobierno nacional y popular de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y bregar por la unidad del campo popular. Es mucho lo que hemos conseguido, y mucho más lo que falta, para concretar los sueños de un país y de generaciones enteras de argentinos.