Por Eduardo Luis Aguirre.

La OTAN ha armado a Ucrania hasta los dientes y el gobierno de Zelenski accede a tecnología de última generación. Nada hace suponer que esta guerra cese en lo inmediato. Salvo la reticencia alemana para proporcionar sus temidos tanques pesados Leopard a los ucranianos, se evalúa como una posibilidad cierta que Kiev pueda recibir misiles de largo alcance con capacidad para llegar a ciudades y sitios neurálgicos del gigante euroasiático. La guerra ha de tener un derrotero incierto, pero cualquiera sea el mismo ya nada será igual. Es la alianza militar ofensiva más grande de la historia la que ha decidido irrumpir en una confrontación que está dejando de ser meramente híbrida. La contrarréplica de Moscú puede ser igualmente terrible. Las muertes se cuentan ya por decenas de miles. Las consecuencias geopolíticas y sobre todo económicas se hacen notar fuertemente en todo el planeta, incluso en nuestro país. El conflicto en el este europeo parece haberse convertido en un epicentro crucial para todos los habitantes de nuestra casa común. Pero, en el colmo de este revival apocalíptico de la guerra, quizás no sea el único. Algo se gesta en el espacio vital de la región Asia Pacífico. El gasto militar japonés se multiplica por dos y el rearme es una realidad incontrastable del archipiélago que modifica radicalmente los permisos de posguerra y el acuerdo de 1976 (¿Asistimos a un rearme japonés? ). Estados Unidos, que posee multiplicidad de bases militares y soldados en suelo nipón, el gobierno del archipiélago y Gran Bretaña establecen una estrategia militar común contra China. La excusa es el temor de que Taiwán pueda convertirse en una nueva Ucrania. Hace pocos meses, la Presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense realizó una provocativa visita a suelo taiwanés, en un contexto de alarma, misterio y conatos militares (https://www.derechoareplica.org/secciones/politica/1532-una-visita-demasiadode-todas-maneras-no-se-entiende-la-actitud-estadounidense-que-no-puede-reducirse-al-infantilismo-del-arrebato-de-una-funcionaria-de-primer-nivel-sin-q-riesgosa). Allí quedó demostrada la nueva delimitación unilateral impuesta por las potencias hegemónicas. A la OTAN se añade el impresionante arsenal japonés. Si las especulaciones de algunos analistas tuvieran asidero y la ralentización de la economía china hiciera que –al menos en los próximos 40 años- no pudiera desbancar de ese lugar de privilegio a los Estados Unidos (www.youtube.com/watch?v=R3vFYo3fZpQ), la relación de fuerzas en esta multipolaridad volátil tiende a resquebrajarse. Así, con Rusia y China atravesando distintas dificultades, los estadounidenses no pierden el tiempo y recuperan terreno geoestratégico en América Latina. Y vienen por todo. Los recursos naturales, el agua, los productos que emergen de la feracidad de nuestras tierras, etcétera, etcétera. Para aquellos que tengan dudas, sugerimos escuchar atentamente las declaraciones recientes de la Jefa del Comando Sur, Laura Richardson (https://actualidad.rt.com/actualidad/455823-jefa-comando-sur-eeuu-explica-importancia-latinoamerica). Con esas aseveraciones a la mano, todo se comprende más fácilmente. El imperio vuelve por sus fueros y está dispuesta a disputar con China y Rusia los resultados de años de inéditas articulaciones económicas, tecnológicas y de otra naturaleza producidas entre Pekín (e incluso el Kremlin) y varios gobiernos de nuestra región. Para los países de Abya Yala, y para la Argentina en particular, se cataliza la necesidad de generar políticas públicas continuas, coherentes y unitarias en materia de política internacional. El tablero global, como vimos, no admite especulaciones ni improvisaciones. Qué hacer es la pregunta a la que hay que dar pronta e imprescindible respuesta de cara a semejante conflictividad y complejidad. Y en esa conflictividad incluimos a Europa y sus posiciones variopintas en la guerra que sacude a Eurasia e impacta en todo el planisferio. Es necesario desarrollar una mirada nacional, pero que tome en cuenta la relación de fuerzas globales. Esa mirada periférica debe contemplar el primer viaje al exterior que realizó el presidente Fernández una vez ungido mandatario, las definiciones que asumió en ese caso y las obras estratégicas en las que intervienen los chinos en suelo argentino. El fortalecimiento del gigantesco bloque neoliberal y los compromisos asumidos con la compleja aproximación sino-rusa. El estado de debilidad de los gobiernos progresistas de la región y la determinación estadounidense de intervenir en espacios tan sensibles como el propio Amazonas. La puesta en entredicho de la multipolaridad (al menos como la imaginábamos en la primera década del tercer milenio) y los impresionantes yacimientos de recursos estratégicos que transformarán a nuestro país en una potencia en esa materia.