Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

Los húngaros irán a las urnas el próximo 3 de abril con dos opciones en apariencia bien diferenciadas: reelegir al premier ultraconservador Viktor Orbán, que lleva 12 años en el poder en el poder, o dar paso a una oposición que se une por primera vez desde que el líder nacionalista instauró un régimen “iliberal” que confronta con el modelo democrático de la UE y que atraviesa serias dificultades económicas que pueden definir su continuidad.

Cualquiera sea el resultado de estas parlamentarias, el primer mininistro será elegido por la asamblea legislativa el próximo 10 de abril.
Hungría es un país de una historia apasionante y compleja. Su capital, Budapest, fue bombardeada en la IIGM por los aliados y por los nazis. La ciudad está compuesta por dos ciudades unificadas, Buda y Pest.
El monumento a sus héroes es llamativo por su arquitectura y por lo numeroso y diverso del conjunto de notables. Se trata de siete estatuas que evocan a las otras tantas tribus magyares y remiten al principio de la identidad nacional que ha sido utilizado desde siempre como un”cajón de sastre” y que Orbán agita como el sustento de la “vía nacional” que promueve y que dista bastante de aquel joven Orban cuyos discursos contra la ocupación soviética se inscribían en el marco de mayores derechos y garantías y reclamaban a Moscú la desocupación lisa y llana de Hungría, un país signado por las tragedias y tensiones de la modernidad europea.

A pocos metros de la espaciosa Plaza de los Héroes donde se encuentra el Monumento del Milenio, que evoca el aniversario de los diez siglos durante los cuales sus antepasados se fueron asentando en la cuenca de los Cárpatos desfilaban las tropas soviéticas durante el período socialista.

El cementerio judío de Budapest se encuentra excepcionalmente situado al lado de la sinagoga debido a la gran mortalidad que sufrió el guetto judío durante la Segunda Guerra Mundial, donde tuvieron que ser enterrados más de 2000 judíos asolados por el frío, el hambre, la guettización y las persecuciones hitlerianas entre 1944 y 1945

Todos los 1° de agosto se conmemora a orillas del Danubio la masacre de gitanos o roma perpetradas ese día por las tropas hitlerianas durante la guerra que tuvo alrededor de 3 mil víctimas en un día. El acto es conmovedor. Los gitanos son una parte importante de ls sociedad, la mayoría de ellos pertenecientes a sectores subalternos y vulnerables. El Parlamento húngaro es uno de los tres más imponentes del mundo, junto al argentino y el británico. La sociedad húngara que durante la primera década del siglo pasado había elegido a un gobierno socialista, lo castigó luego con un voto a Orbán. Los tiempos cambiaron drásticamente. Orbán (imagen) es todo un referentes de la ultraderecha europea.

Cada sitio ayuda a reconstituir la historia de este país. Una historia fabulosa y llamativa, propia de un país estupendo y una capital imponente, atravesada por obras monumentales, el gris circundante de las construcciones de la época comunista contrastadas con shoppings y edificios que dan cuenta de transformaciones rigurosas de su sociedad.

Alrededor de ocho millones de húngaros están habilitados para votar en unas elecciones parlamentarias en las que el primer ministro en el poder desde 2010, buscará su quinto mandato frente a una alianza opositora variopinta que promete desmontar el actual régimen institucional “iliberal” del país.

Los seis partidos que componen la entente opositora constituyen un verdadero abanico ideológico. Van desde espacios izquierdistas hasta formaciones de derechas dispuestas a enfrentar a Orbán, pasando por verdes y liberales.

Las encuestas recientes dan un empate en un 47% de intención de voto para cada fuerza.

El proceso electoral en Hungría es seguido con gran interés desde la Unión Europea (UE), que integra el país desde 2004 y con cuyo modelo democrático confronta Orbán abiertamente. La invasión de Ucrania por Rusia le da a estos comicios una relevancia geopolítica todavía mayor, por su vecindad con el escenario bélico.

La situación económica del país (54° economía mundial) también jugará su rol en estos comicios, de los que surgirán los 199 miembros del Parlamento que designan al primer ministro. La inflación (8,3% anual) era alta ya antes de la crisis en Ucrania, que disparó los precios internacionales, y la administración seguirá condicionada por una deuda alta (casi 80% del PIB) y por la estrechez de las cuentas fiscales. Otra decisión de un “nacionalista” en su sistema de creencias que adhiere a las recetas neoliberales más duras. Nada que no conozcamos.

Sin embargo, el mayor factor de incidencia en la gran polarización electoral es el referéndum convocado para el mismo día por Orbán sobre "medidas de protección de la infancia" que impidan acceder a niños, niñas y adolescentes a información sobre la comunidad LGBT (ya hay una ley al respecto, que relaciona homosexualidad con pederastia y que la consulta ahora se propone legitimar).

Orbán y su partido, Fidesz, reivindican para Hungría una identidad cultural basada en los valores de la familia cristiana tradicional que el premier puso en el corazón de su proyecto nacionalista y xenófobo, apoyado por mayorías electorales desde hace más de una década, aun al costo de entrar en conflicto y sufrir sanciones por parte de la propia UE.

Orbán proclamó en 2014 su verdadero objetivo político: consolidar una democracia “iliberal” o “no liberal”, un término popularizado en 1997 por el analista Fareed Zakaria, en contraposición con las “sociedades abiertas” de la tradición occidental moderna, con separación de poderes, libertad de expresión garantizada y controles ciudadanos. Como todas las ultraderechas contemporáneas europeas, el líder asimila ciertos derechos a desviaciones del liberalismo, del comunismo o del fascismo. Se lo proponga o no, coincide con la matriz ideológica de Alexander Dugin el filósofo ruso que en su libro “La Cuarta Teoría Política” coincide con este tipo de reivindicaciones. En Palabras del propio Orbán: "El Estado que vamos construyendo en Hungría no es liberal. No niega valores como la libertad, pero no los convierte en un componente central. Como núcleo propongo un elemento particular: el enfoque nacional”.

La oposición, unida en el frente llamado “Movimiento por una Hungría de todos” lleva como candidato a un conservador, el independiente Péter Márki-Zay, un economista y especialista en márketing que sorprendió a todos con su triunfo en las primarias ¿Podrá ganar las elecciones este católico, padre de siete hijos, que desembarcó en la política hace apenas tres años y cuyo único antecedente es haber sido un reconocido intendente de una pequeña ciudad de 50 mil habitantes del sur del país llamada Hodmezovasarhely?

Sus aliados supieron desde siempre que se trataba de un candidato que es más liberal que el actual Gobierno pero más conservador que la mayoría de la oposición. Pero –y este es un dato no menor para la Argentina de las crispaciones de bajo calado- el cálculo que primó es que se trata del único capaz de atraer los imprescindibles votos liberales, centroizquierdistas, ecologistas e independientes contra el caudillo xenófobo y homofóbico de 58 años. Márki-Zay garantiza el europeísmo, la vigencia de derechos y garantías, el cumplimiento de los compromisos externos y la erradicación de las pasiones regresivas que encarna el orbanismo. Poco se sabe de lo que el postulante piensa en materia económica y social, y mucho menos cómo lo hará. Pero la competitividad de la alianza se explica por su condición de límite a una nueva gestión neofascista. Hungría ya estuvo gobernada por una expresión de izquierda moderada que finalmente fue desplazada por la derecha por el desgajamiento de aquella experiencia de hace poco más de una década. Para que un gobierno reaccionario no retorne, la unidad se considera imprescindible. Esto lo señalan expresamente los miembros de la coalición. Si bien los términos de izquierda y derecha no pueden trasladarse sin riesgos a nuestras latitudes, las ideas antidemocráticas, coloniales, elitistas, violentas y representantes de los sectores más acomodados sí resisten analogías. Y analogías contemporáneas. Hungría está siendo. Está "de pie para comenzar la marcha", como diría Kusch, y pone a prueba su tolerancia a las frustraciones eventuales. Está en pleno trámite de articulación de una nueva hegemonía. Pretende a través de la unidad crear pueblo, galvanizar las demandas equivalenciales, conjugar las diversidades. Porque la prioridad es evitar la vuelta de una nueva y larga noche. Y aquí las semejanzas no pueden ser más evidentes. Sobre todo en las tan remanidas relaciones de fuerzas.




Fuentes: Embajada Abierta; El País; DW, La Vanguardia.