Por Eduardo Luis Aguirre (*)

 

 

El golpe cívico militar perpetrado contra el presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 da cuenta de un delicado y complejo entramado internacional, que contó desde luego con la necesaria participación de las fuerzas armadas y de seguridad trasandina, su burguesía y una buena parte de las capas medias y altas de la sociedad chilena.

La sangrienta asonada se inscribió en la influencia regional de la Doctrina de la Seguridad Nacional, que expresaría matices diferenciales entre las administraciones de Kennedy, Johnson y Nixon. Si bien el “fantasma del comunismo” y las experiencias insurreccionales que aparecían en el continente fueron la excusa perfecta, el estilo de intervención estadounidense fue variando entre la creación de la Alianza para el Progreso, la instauración de la OEA y los golpes de estado llevados a cabo por formaciones de fuerte adscripción al occidentalismo cristiano en medio de la Guerra Fría.

Chile fue un país icónico, y el golpe de estado también se convirtió en una emblemática referencia histórica y política. Una suerte de síntesis de una época atravesada por la violación sistemática de los derechos humanos y las guerras declaradas a las opciones populares y emancipatorias de la época. Las estrategias de intervención en los asuntos internos de los países latinoamericanos por parte de los Estados Unidos se expresaron en tres planos bien diferenciados: político, económico y psicológico. La guerra política apuntó a socavar la gobernabilidad del gobierno de la Unidad Popular (UP), incluso a través de crímenes resonantes como el del jefe del ejército, general Schneider, llevado a cabo por formaciones de ultraderecha. Desde el punto de vista económico, Chile recibió antes del gobierno socialista aportes dinerarios norteamericanos sin precedentes, transformándose a partir de entonces en un banco de pruebas de la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Esa condición no ha sido removida en lo sustancial hasta el presente, pero antes de consumarse el golpe la gran potencia imperial fue fundamental para debilitar económicamente al nuevo gobierno.

Cabe señalar que a principios de los setenta, el mundo se dividía entre dos bloques antagónicos, pero a su vez años antes se había formado una organización de países no alineados tras el histórico cónclave de Belgrado en 1961, la guerra de Vietnam había asombrado al mundo entero y generado una enorme consternación entre los ciudadanos estadounidenses, las luchas contra el colonialismo y el imperialismo estaban a la orden del día, los "diferentes" socialismos incluían a Cuba a pocas millas de la Florida. En la Argentina, la asunción del Presidente Héctor Cámpora acompañado por el propio Allende y el presidente cubano Osvaldo Dorticós Torrado, mientras nuestro país generaba una muchedumbre de partidos de izquierda de distinto cuño. En el propio peronismo las formaciones especiales que alentaba el viejo líder se solidarizaban con los militantes de izquierda chilenos y protagonizaban cruzadas épicas contra la dictadura de Lanusse utilizando el territorio del país hermano como base de operaciones para algunas de ellas. La situación Argentina no podía ser más incómoda: el propio Lanusse había concedido un préstamo a Salvador Allende cuando la derecha trasandina había acelerado el desabastecimiento, la fuga de capitales y dinamitaba su frente externo.

El “socialismo a la chilena” daba por tierra con la idea de los "totalitarismos" marxistas, ya que Allende había ganado las elecciones (con una diferencia de apenas un punto sobre el derechista Alessandri), se había avenido a firmar un recordado acuerdo para "respetar la democracia" y además había sorteado el operativo pinzas que la extrema derecha -en especial el partido Patria y Libertad- habían urdido en el Congreso. El nuevo presidente, además, gobernaba y tomaba osadas medidas sin tocar una coma de la institucionalidad vigente. Esto resultó insoportable para Estados Unidos, que decidió acelerar las vías de socavamiento económico y profundizar la guerra psicológica a través de una campaña de desinformación liderada por los grandes medios de comunicación chilenos –en especial el diario El Mercurio- y la prédica de la prensa internacional adicta. La muerte de un jefe militar a manos de un grupo ultraizquierdista se  convirtió en la excusa perfecta. El 11 de septiembre las fuerzas armadas de Chile conmemoraban sus glorias históricas y se concentraban en Santiago para la celebración. El momento había llegado.

Si bien Estados Unidos -y en particular la CIA- tuvieron un protagonismo decisivo en el golpe, y que el mismo contó con el apoyo de la dictadura brasileña de esa época, era el mundo capitalista en su conjunto el que había decidido ponerle fin al experimento de la UP.

Y allí es preciso dar ejemplos concretos de las fuerzas ocultas que siempre acechan en la política del sistema mundo. El Reino Unido no podía intervenir a cara descubierta. Estaba acosado por situaciones problemáticas que iban desde la influencia del mayo francés hasta el intento nunca desmentido de un escandaloso golpe de estado abortado contra el entonces primer ministro Harold Wilson, también en 1968. No obstante, Londres recurrió a un arma institucional impensada. La Comunidad Mancomunada de Naciones (una "organización intergubernamental" creada en 1931, cuya cabeza es la reina Isabel y su idioma oficial, naturalmente, el inglés), más conocida como Commonwealth, seguía siendo un gigantesco espacio de alianzas geopolíticas que abarcaba más de 50 países que compartían y mantenían a principio de los años 70' lazos históricos con el Reino Unido, muchos de ellos por haber sido sus  colonias y otros por diversas afinidades culturales y otros por conveniencias mutuas. Casi 2600 millones de habitantes habitan el Commonwealth. Lo integran países africanos, asiáticos, de Oceanía e incluso americanos. Van desde Canadá hasta la India, desde Pakistán hasta Australia, desde Nueva Zelanda a Ghana o Nigeria. Todos los miembros se comprometen a cumplir voluntariamente  con la Declaración de Principios de la Mancomunidad firmada en Singapur en 1971.

El Servicio de Inteligencia Secreto de Australia (ASIS), algo que en general se desconoce, fue entonces el encargado de enviar agentes a Chile para realizar tareas de inteligencia y transmitirlas a la propia CIA previo al golpe, según lo reconoció recientemente el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense. La información australiana, proporcionada meticulosamente por agentes que se movilizaban en un escarabajo Volkswagen y un Fiat 600 que, al igual que sus colores habían sido meticulosamente elegidos, fue vital para la urdimbre del ataque a la Moneda y el refuerzo histórico del enclave imperial en Chile. La política internacional es compleja. Obliga a advertir, a reconocer estos intrincados pliegues e intereses. No admite improvisaciones, porque los resultados son previsibles. Hace medio siglo y también ahora. Cuando Luis Mattini en sus memorias (1) admitió expresamente que los líderes del ERP no tenían idea de lo que pasaba en el mundo preanunciaba lo que podía ocurrir. Cuando el gobierno de Allende descansaba en la convicción democrática del General Prats seguramente también pasaba por alto detalles cruciales en medio de aquella experiencia política inaugural en el Cono Sur. La organización trotskista argentina fue diezmada. El Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos instaló con el correr de los años la base militar Fuerte Aguayo en Concón, cerca de Valparaíso, con el objetivo declarado de “ejecutar operaciones de mantención de la paz o de estabilidad civil” (2). Un complemento necesario de los objetivos del propio Commonwealth, que no son otros que “mantener la defensa de los derechos humanos y la democracia”. Los mismos valores que ensayaba Napoleón mientras invadía Egipto. Los mismos que dicen defender la ONU y la OEA. Esta última encuentra actualmente en Chile activas ONG´s destinadas a optimizar el sistema de justicia de Nuestra América. Las continuidades, más allá de los matices, nuevas tecnologías y nuevas formas de intervención, no pueden ser más evidentes.



(1)                       https://www.youtube.com/results?search_query=luis+mattini+primera+partehttps://www.youtube.com/results?search_query=luis+mattini+primera+parte

(2)                       Luzzani, Telma: “Territorios vigilados”, Ed. Debate, Buenos Aires, 2012, p. 400.

El pasado viernes 5 de noviembre fui invitado a exponer en el marco de la Acción de Extensión Universitaria (AEU) Cine-Debate “Pensar la violencia” de la Secretaría de Cultura y Extensión Universitaria de la UNLPam sobre el marco geopolítico vigente durante el golpe de estado perpetrado contra el presidente Salvador Allende. Esta es la versión desgrabada de mi intervención y también el momento para agradecer nuevamente estas gratas convocatorias a un docente que, como en mi caso, hace más de un lustro que no imparto clases regularmente en esta querida Facultad.