Por Lidia Ferrari (*)

 

Apenas iniciar con el libro de Biglieri y Cadahia se asoma el prólogo de Wendy Brown con sus epígrafes de autores contemporáneos que denigran y estigmatizan al significante populismo. Tuve el mismo asombro de cuando leí en el texto freudiano sobre psicología de las masas la operación intelectual que realizaron en el siglo XIX los psicólogos de las masas en los cuales Freud se basaba. Retornaba ahora con el significante populismo, como en el siglo XIX y XX con el significante ‘las masas’, el espectro de lo popular como lo que amenaza la democracia o la civilización y, por lo tanto, lo que hay que combatir y desarticular.



Confrontemos:

 “En la actualidad, las reivindicaciones de las masas se hacen cada vez más definidas y tienden a destruir radicalmente la sociedad actual…” (…) El advenimiento de las masas marcará quizás una de las últimas etapas de las civilizaciones de Occidente… (…) La era en la que entramos será, verdaderamente, la era de las masas[i].” Gustave Le Bon en 1895

“Ya no puede dudarse en modo alguno de que estamos atravesando un momento populista. La cuestión es si este momento populista va a convertirse en una era populista, poniendo así en cuestión la misma supervivencia de la democracia liberal”. Yascha Mounk en 2018 (citado por W. Brown en el libro):

Si cambiamos ‘era de las masas’ por ‘era populista’, salvo rasgos del discurso de época, la idea es la misma: el acceso del campo popular a la política amenaza la civilización o la democracia. Es en el marco de esta operación intelectual contra el acceso de las clases populares a la política que se debe inscribir el notable e imprescindible libro de Biglieri y Cadahia, libro que rescata al populismo de la maraña de malentendidos y disputas teóricas y políticas contemporáneas.

El legado de Ernesto Laclau para los estudios de la lógica del populismo parecía haberse opacado en los últimos tiempos. Biglieri y Cadahia reconocen su filiación intelectual con el autor de La razón populista. Es por ello que van más allá de Laclau, a condición de haberse servido de él[ii].  Son mujeres académicas latinoamericanas, sobre todo pensadoras que toman a su cargo la dilucidación de los problemas que la teoría populista plantea e intervienen en la disputa por ese significante que parecía perdido para las causas emancipadoras, desde un lugar militante teórico y político. Ya había advertido Laclau que la denigración del populismo tenía similar origen a la denigración de las masas. ¿Por qué tanta pasión intelectual y política para denigrar lo popular? se interrogan las autoras y, con rigurosa conceptualización intentan responder en este libro. Darle dignidad a la palabra pueblo, lo popular y sus equivalentes es darle un estatuto político y, con ello, abrir vías a que ese sujeto protagonice la política. La diferencia con las operaciones intelectuales del siglo XIX es que, en nuestros contemporáneos tiempos, cuando la idea de democracia está constituida y nos hemos persuadido de que es el ‘mejor de los sistemas’ que puede darse Occidente, al pueblo ya no se lo puede expulsar o erradicar de los asuntos públicos. El pueblo ahora vota y participa. Entonces, el populus del populismo no es el de la horda incontrolable de las masas en revuelta. Ahora la denigración debe recaer en la política y los políticos que representan o pueden representar a ese pueblo.

Los epígrafes en el prólogo de Wendy Brown sobre las consideraciones políticas y mediáticas actuales sobre el populismo y su simetría con las operaciones intelectuales del Siglo XIX nos dicen que se trata de la misma lucha, de los mismos debates y combates. Los significantes pueden variar, pero la lucha es la misma. Es esa fuerza latente o manifiesta del deseo de emancipación de los pueblos que no ceja. Para las autoras esa fuerza tiene dignidad teórica y se puede llamar populismo a secas, populismo republicano, republicanismo plebeyo o feminismo populista.

El entusiasmo en la lectura del libro me condujo a interrogar sobre la eficacia simbólica, es decir, por la persuasión de sus ideas como motor en la vida política de nuestras sociedades. Me preguntaba si fundadores de discursividad como Freud o Marx  han incidido realmente con la fuerza de sus potentes discursos en la construcción del mundo en que vivimos. Es necesario dar la pelea por los significantes que pueden nombrar las luchas emancipatorias porque otros intelectuales del campo del discurso neoliberal están incidiendo en la manera de concebir la realidad, esa que, para Laclau, tenía una fundamentación retórica en su constitución.  Este libro abre a una discusión, la del ‘bien decir’ de la filosofía y del psicoanálisis más riguroso, que sigue estando en desventajosa y hasta ignorada pelea con los intelectuales que operan para derrumbar, aniquilar las fuerzas propulsoras del deseo de igualdad y justicia.

El libro estudia en profundidad el movimiento de fuerzas que propulsan lo político y cómo esas fuerzas tienen su acento ideológico y su orientación. La confesión de parte de las autoras respecto de la procedencia militante de su construcción teórica no sólo hace acto de aquello que piensan y producen, sino que, al mismo tiempo, contribuyen a desenmascarar de qué se trata ese populismo de derechas que consideran una forma del fascismo. No les parece interesante la discusión entre populismo de izquierda o de derechas. Al margen de esta discusión con la cual podríamos estar o no de acuerdo, la intervención de este libro, necesario, urgente y comprometido de nuestro tiempo es que denuncia que toda enunciación intelectual está ideológica y políticamente orientada, a pesar de que se lo enmascare o se lo ignore.

Es interesante sin dudas la posición del libro respecto del populismo de derechas o de izquierdas, ya que parten de los planteos de Jorge Alemán o Chantal Mouffe, para arribar a su propia lectura del problema. Se separan de Ernesto Laclau y en este punto introduciría mi interrogación acerca de cómo ubicar, en esta decisión teórica de pensar al populismo a secas (populismo de izquierdas) y pensar al populismo de derechas como una forma del fascismo, cómo ubicar en esta decisión teórica el carácter eminentemente contingente de la construcción populista, del modo de esa contingencia que lúcidamente entienden con la ayuda de un estudio de Gloria Perello. También en la objeción que plantean a los presupuestos de Fassin, que consideran parten de una inmovilidad de las percepciones políticas de las personas, como si ellos no pudieran cambiar. Dicen: “como si los seres humanos fuéramos “naturalmente” de izquierda o de derecha”[iii]. La imposibilidad de pensar en un sujeto sustancialmente de izquierda o de derecha en el seno de la lógica populista, que no permite prever el resultado de las operaciones de articulación de las demandas, nos conduce a interrogarnos cómo operaría el factor temporal en la construcción del pueblo del populismo, esto es, en el tránsito de su construcción contingente y sin sujeto político predeterminado. Esta es una simple interrogación que surge al calor de la discusión que las compañeras presentan de modo preciso. Si no se puede, en su contingencia, catalogar al sujeto político que se está constituyendo de izquierda o de derecha, parecería el factor temporal imprescindible para pensar las posibles transformaciones ideológicas en el tránsito de una construcción populista. Es posible que carezca de interés catalogar al populismo de izquierda o de derecha, antes de que se institucionalice, tome forma como un espacio con ciertas articulaciones producidas o llegue a gobernar y lleve adelante acciones de gobierno.

En las comprometidas reflexiones de Biglieri y Cadahia los conceptos políticos forman parte de la lucha política, como advierte Wendy Brown en el prólogo. La filósofa estadounidense observa que en el libro habría un intento de purificación y redención del populismo y no ve nada malo en ello, sobre todo, desde que cierta teoría política se reviste de objetividad cuando está profundamente revestida de neoliberalismo.  ¿Se trata de purificación y redención del populismo o que el libro claramente resitúa los debates y combates político intelectuales librados en su nombre, denunciando que hay allí un entramado ideológico político inconfesable? Ante la contundencia con la cual se hostiga al populismo se hace necesaria una intervención político intelectual de la envergadura de este libro que provee de argumentos claros y distintos para responder a los ataques que el populismo recibe de izquierda y derecha. Ataques que no están dirigidos sólo al ‘concepto’ populismo y sus teorías políticas, sino que a través de ellos el objetivo, el blanco al que se dirigen son las experiencias concretas que podemos denominar populistas que, en este libro están descriptas y analizadas. Las autoras nos dicen, con claros argumentos, que ya no nos podemos confundir cuando se habla de populismo.

Desde el primer ensayo sobre el secreto del populismo las autoras se preguntan por qué hay tanto interés en declarar la muerte del populismo y cuál es el temor inconfesado que encierra su existencia. En los siete ensayos se dedicarán a responder estas interrogaciones fundamentales. Para las autoras, entre otros modos de definirlo, el populismo es “el modo en que los plebeyos disputan la res pública, esa cosa pública que las oligarquías desean conservar como un tesoro para sí”[iv].  El temor es inconfesado e inconfesable porque casi no hay discursos por más reaccionarios y oligárquicos que fueren que reconozcan que su cometido es el saqueo y la expoliación de los bienes comunes para beneficio propio. Entonces, populismo es el nombre de las causas populares y pone de manifiesto la lucha antagónica, la frontera entre los de arriba y los de abajo y es el nombre de la resistencia de los de abajo y la oportunidad de disputar el sentido de la República a las oligarquías.

En ese sentido no puedo dejar de destacar el análisis que hacen de diversos autores que desde la sociología conciben al populismo como un desvío, o una anomalía. Quienes desean erradicar la centralidad populista en la vida política la sitúan como una anomalía o desvío de la vida política democrática. Es una fallida manera de intentar anular lo que es inerradicable e ineliminable.  

Algunas de las resonancias del libro que comparto aquí están en relación a mis intereses actuales, por ejemplo, la de ciertos críticos del populismo que, como Slavoj Žižek, lo considera como un proto fascismo, advirtiendo que el populismo construye un ‘pueblo unificado’, la idea del ‘pueblo-uno’. Hay una analogía entre esa caracterización contemporánea del pueblo-uno con la idea de homogeneidad y pérdida de la singularidad en la decantada idea de ‘las masas’ que, por ejemplo, conduce desde cierto pensamiento europeo a mirar a los líderes populistas en el espejo de Mussolini o Hitler. Del mismo modo, todo movimiento político con un líder, como es el caso de Latinoamérica, es considerado con el espejo de ‘las masas’ fascistas o hitlerianas.  Pero los que denuncian al populismo denigrándolo y mezclando experiencias populares y emancipatorias con revival fascistas (como la de poner en el mismo bote a Bolsonaro y Chávez, o Trump y Evo Morales) no son inocentes. Su astucia ideológica está en mezclar todo para dificultar la comprensión de esa diferencia crucial que establece claramente este libro.

Como hemos dicho en otro lugar “Cuando se piensa en la ‘masa’ como una unidad homogénea, con vida propia, se anula su composición en millones de individuos diferentes que reciben un mismo mensaje. ¿La homogeneidad está en la masa o en el mensaje que reciben?”[v]. Lo que nos dicen las autoras es que la construcción del pueblo en el populismo supone el tratamiento del antagonismo estructural de lo social y la búsqueda de un común en construcción, ya que la falta de fundamentos en lo social impide que exista la posibilidad de pensar esa homogeneidad o unificación de la que se acusan a las experiencias populistas, salvo como un fantasma de homogeneidad que funda una totalidad de lo social. Como en el fascismo, que funciona a través de la expulsión de ese otro que impide esa totalidad imaginada. Las autoras nos dicen que es el fascismo el que propone esa unidad que siempre se esfuma. La singularidad ingresa a la idea de Pueblo que construye el populismo. De allí que separarán la idea de la ‘masa freudiana’ con la del ‘pueblo del populismo’. De esa separación se derivará la posición del populismo respecto del lugar de líder en la construcción del pueblo. En el particularmente interesante quinto ensayo, responden teóricamente a ese prejuicio de denostar el lugar del líder populista. Somos conscientes que nos han legado un fantasma de las multitudes como una masa homogénea y temible. Este libro es un acto intelectual y político de intervención para también emanciparnos de ciertos lastres conceptuales que turban nuestra visión de los problemas.

Las autoras se identifican con la línea que abre Laclau y su Razón populista al demostrar la violencia epistémica de cierta tradición de pensamiento de expertos para quienes el populismo es un exceso peligroso que cuestiona ciertos moldes de la filosofía política.

En el segundo ensayo se ocupan de diferentes autores que desde el campo de la izquierda hacen su crítica al populismo. En un análisis pormenorizado de los planteos de Žižek, Lazzarato o Fassin muestran su propia lectura y lo que consideran sus puntos ciegos o contradicciones. Frente a ciertas interpretaciones que plantean que el populismo tendría un vínculo perverso con el neoliberalismo, se ocupan de mostrar las razones por las que no se puede considerar al populismo como neoliberal, para pesar la apuesta intelectual que sostiene el libro y que es la de que ‘el populismo es emancipador’. A partir de ahí se ocupan en demostrar “porqué el populismo puede funcionar como una alternativa emancipadora al neoliberalismo”[vi].  Recogen el guante de los potenciales críticos a sus argumentos para luego introducir sus propias ideas. Algo similar a lo que hacía Freud, desplegaba sus propias ideas a partir de imaginar las posibles objeciones que se les podrían hacer a sus planteos.

Una clave de mi lectura del texto la encuentro condensada en una frase del tercer ensayo cuando las autoras plantean las diferencias entre las prácticas de la subjetividad neoliberal y la subjetividad populista. Para ellas, en la lógica populista se ponen en marcha demandas que se dirigen a construir una práctica de una subjetividad populista colectiva. Dicen: “Y esta posibilidad de lo colectivo reactiva los imaginarios asociados con la voluntad o soberanía popular…”[vii]. Es allí donde también sitúan el problema del Estado, en divergencia a ciertos pensadores que consideran al Estado como potencial enemigo de los proyectos emancipatorios. Las autoras piensan, por el contrario, que los Estados pueden asumir un rol político de “mantener vivo los imaginarios democráticos de la justicia social, la igualdad y la libertad política”. Me detengo en este “reactivar imaginarios” que orienta a la construcción de un común, de una sociedad donde el pueblo se constituye como populista. Se trata, en efecto, también de lo imaginario, de las ideas e imágenes que circulan las que permiten construir narrativas emancipadoras. Son ellas, las autoras, las que están con su libro participando en la circulación de las ideas, de los significantes, que proponen y orientan las narrativas que se imponen y los discursos que hegemonizan o no el campo de las discusiones intelectuales. Se trata también con este libro de contrapesar los discursos militantes neoliberales que estigmatizan los populismos no por consideraciones meramente intelectuales, como son las de algunos pensadores que las autoras analizan rigurosamente. Como es claro, el objetivo a combatir son las experiencias políticas con causas populares o de índole populista. Existen intervenciones sostenidas por una profusión de periodistas y pensadores de protagonismo mediático que se ocupan de reactivar imaginarios contrarios a la construcción de sujetos políticos populares desde deseos emancipatorios. La tarea de Biglieri y Cadahia no pertenece al círculo académico-intelectual que se encierra en sus muros académicos, sino que ponen en acto con este libro un potencial punto de partida o de continuidad de un esfuerzo por reactivar imaginarios que iluminen las gestas emancipadoras y populares, en franco retroceso debido, precisamente, a un protagonismo de los predicamentos neoliberales que estigmatizan todo discurso con orientación populista o popular. El monopolio actual de lo mediático periodístico intelectual opera con una potencia inusitada para, sino alejar ciertos discurso populistas, al menos, distraer a la opinión pública para despolitizarla.

Con la idea de la reactivación de lo imaginario se presenta un problema que me interesa particularmente y es el problema de las identificaciones. Las identificaciones a discursos, emblemas, consignas e ideologías. Como dicen las autoras: “…Fassin deja sin explicar los mecanismos por los cuales las personas pueden llegar a identificarse como fascistas o xenófobas o, incluso, patriarcales”. Efectivamente se trata de la identificación. Según las autoras se trata de la manera en que las personas ‘tramitan su malestar o su falta constitutiva’. Ese trámite impide esencializar a la persona ni en sus ideologías ni en sus elecciones políticas. Pero una pregunta interesante a profundizar es ¿cuáles son los procedimientos en que esas identificaciones se constituyen? ¿Cómo pensar esos procedimientos identificatorios a partir del psicoanálisis y su contribución para pensar la constitución singular tanto como desde la ideología y la política? Porque desde nuestro contemporáneo estatuto inacabado del sujeto humano, o de su falta en ser, no tenemos a disposición eso que no hace mucho tiempo podía pensarse como ‘esencia’ o ‘sustancia’ inmanente de cada ser humano. Ese sujeto así concebido ya no responde por la posición que toman las personas en sus elecciones ideológico políticas. Este interrogante que me suscita el libro se conecta con interrogaciones similares que me suscitó el libro reciente ‘Ideología’ de Jorge Alemán. A partir de considerar cómo se constituye el sujeto a partir de identificaciones evoco mi interrogación en estado de construcción acerca del estatuto de este concepto para pensar el sujeto político de la emancipación en un contexto narrativo adverso en nuestro actual mundo neoliberal.

En ese sentido debemos dar la bienvenida a la operación político intelectual que es este libro puesto en circulación, para seguir debatiendo y construyendo discursos que problematicen la difícil situación en la que se encuentran las gestas emancipadoras. Sabemos que se trata de una lucha desigual. El libro de Biglieri y Cadahia debe ser un punto de partida o de continuidad para que los argumentos que ellas formulan nos permitan sostener nuestras ideas frente a ataques y/o banalizaciones de la escena política, materia prima de nuestra época.

Advierten, cuando tratan a la causa como fundamento ausente, que es precisamente la falta de garantías lo que llama a la militancia para incorporarse en las luchas políticas. Al no haber nada garantizado es preciso asumir una posición ética, nos dicen, pues los resultados de las luchas políticas los desconocemos. Y terminan su sexto ensayo con esta bella frase: “Es el llamado militante desde lo imposible lo que nos impide hundirnos en la resignación de la impotencia y asumir la responsabilidad subjetiva de construir un pueblo ante la noche neoliberal”[viii].

Es admirable lo que han podido construir en siete ensayos y en poco más de doscientas páginas. En el último ensayo ‘Las populistas somos feministas’ trabajan con una precisión y concisión admirables ciertos desencuentros entre ciertas teorías desde el populismo y el feminismo, distanciándose tanto de las posiciones que plantean un feminismo afirmativo que se expande por sí mismo divorciado de otras luchas emancipatorias como de quienes desde el populismo marginalizan de lo político al feminismo. Las autoras, a partir de la problematización de diversas posiciones, se sitúan en un feminismo populista. Pero no se trata de la declaración de un nombre sino de una asunción político intelectual bien fundamentada teóricamente y con una casuística que, como lo hacía Laclau, demuestra sus argumentos teóricos en casos concretos como los del ‘Ni una menos’ y ‘La patria es el Otro’.

Estuve tentada de construir este texto tomando frases del libro, sin necesidad de ninguna acotación o comentario. Hay una economía de palabras que se agradece pues las ideas se presentan netas, como una fruta madura que cae por su propio peso. Esa claridad (no simpleza) para presentar sus complejos pensamientos muestran un discernimiento de la materia que tratan. Las preguntas que realizan nos interrogan en su factura lisa y convincente. Por ejemplo, cuando se ocupan de la relación entre el Pueblo populista y su relación al líder, se preguntan ante la persecución neoliberal de dirigentes populistas latinoamericanos: “¿qué tipo de poder secreto encarnan los líderes en sus cuerpos que se vuelve insoportable para el orden mundial vigente?” o “… qué papel cumple la academia, desde sus cómodos despachos y su distancia de la praxis política, cuando observa con desdén o rechazo el accionar de un líder y reproduce en su valoración de los liderazgos todos los estereotipos históricamente asociados al colonialismo epistémico y eurocéntrico?”.

La manera en la que han intervenido los textos, aquellos con los que acuerdan y con los que disienten, muestra una lectura acabada de ellos. Se ocupan de Laclau, Alemán, Žižek, Mouffe y tantos otros para señalar sus acuerdos o para hacerles las interrogaciones pertinentes para hilvanar sus propias ideas.

Se trata de una construcción original de mujeres del mundo académico en Latinoamérica, que toman una posición militante en el mundo del pensamiento. Como ellas dicen en una entrevista: “Si vos explotás tu particularidad, vas en alza en la academia global. Impugnamos esa tendencia, lo que significa reconectar con un legado de pensamiento latinoamericano como el de Martí, Mariátegui, Simón Rodríguez, Rivera Cusicanqui o Laclau; una imaginación teórica desde América Latina pero para pensar el mundo, que a la vez es un legado muy moderno.[ix]

Las reflexiones que estas mujeres latinoamericanas donan al mundo con este libro sobre el populismo debe ser incluido en el debate intelectual y no sólo académico. Estará en ese mundo saber escuchar lo que tienen para decir estas dos pensadoras que no se detienen frente a la posibilidad de la construcción de un pensamiento universal situadas desde la propia particularidad.

Bibliografía;

[i] En cursiva en el original. Le Bon, Gustave. Psicología de las masas. Madrid, Morata, 2020. Págs. 20-21.

[ii] “ir más allá del padre a condición de servirse de él”, famosa frase de Jacques Lacan, del Seminario 23.

[iii] Biglieri, Paula y Cadahia, Luciana. Siete ensayos sobre el populismo. Madrid, Herder, 2021. p. 96.

[iv] Ibid., p. 40. 

[v] Ferrari, Lidia. ¿Quién inventó la psicología de las masas? https://lacaneman.hypotheses.org/1999

[vi] Ibid., p. 94 -95

[vii] Biglieri y Cadahia. Ob. Cit. p. 117

[viii] Ibid., p. 188.

[ix] https://contraeditorial.com/la-potencia-emancipatoria-del-populismo-a-secas/

(*) psicoanalista y escritora. Publicado originalmente en https://lacaneman.hypotheses.org/2398?fbclid=IwAR0wHNOfHBbQ9ux3EMwGLnAPqYdBbhl2syK1Vwn_ymzilwMDCg0o-MiPwY0