Por Mario Burgos (*)

 

 

 

Si el acuerdo nos habilita para disputar la defensa del sistema previsional, el empleo y el desarrollo de nuestra PATRIA y estirar los plazos de pago ya estamos hablando de un logro que hay que ameritar a nuestro gobierno y a la identidad de lucha que nuestro pueblo supo hacerse reconocer en el mundo. Nunca un acuerdo con el fondo tuvo estas características. 


¿Que están en peligro de nuestros derechos, nuestra soberanía  y desarrollo? Por supuesto, ya estaban siendo atacados hace tiempo. De modo recargado desde el 10 de diciembre de 2015, más  agudizado aún  desde el préstamo solicitado por Macri al FMI. Eso se buscaba  al contraer la deuda: el pueblo más empobrecido, debilitado y fragmentado, el frente oligárquico más enriquecido y con mayor capacidad de daño.
No se sale de esa situación  en días  ni por mero ejercicio de la voluntad individual.
La decisión del gobierno nacional se ve ninguneada cuando se parte de evaluar  sí legitima o no la estafa del macrismo. 
Lo que se jugaba en el acuerdo era y es hasta donde podremos seguir con el proceso de recuperación social, productiva y soberana iniciado con el triunfo de Frente de Todos.
Este proceso era y es tan incipiente que era ilusorio suponer que estábamos en condiciones sociales, económicas y políticas de, en el aislamiento que hoy nos encontramos,  romper con el FMI. Es decir con el poder mundial establecido y con el poder económico y mediático que se le asocia en la Argentina.
Quienes hoy le niegan a nuestra sociedad el logro que significa este acuerdo son víctimas de la irrealidad que vinieron construyendo frente al debate con el FMI. Imaginaron metas imposibles, tanto en lo institucional como en lo que le demandaban a una sociedad que recién salida del arrasamiento neoliberal tuvo y tiene que procesar encima el arrasamiento de la pandemia.
En lugar de reconocer su error hoy se privan de rescatar lo logrado y atacan a quien produjo ese logro. 
Lejos de terminar la disputa de la deuda y sus consecuencias  entramos en una nueva fase.
Tiempo, eso es lo logrado, tiempo para producir, para mejorar ingresos de las y los más postergados, para reestablecer un Estado devastado por los cuatro años del gobierno de Macri. Tiempo, lo que necesita quien ha padecido, se ha deteriorado y busca recuperarse.
Tiempo para gestionar nuevas alianzas para el desarrollo de nuestro país en un mundo que, aún  multipolar reclama respaldo de las instituciones globales. 
Tiempo para que pueda afirmarse el nuevo gobierno de Chile, para que Lula obtenga el triunfo en Brasil y la balanza vuelva a inclinarse hacia políticas de unidad latinoamericana.
Esta nueva fase habrá de requerir la unidad del pueblo, el reconocimiento de qué  luchas pueden convocar hoy su movilización y, sobre todo, no repetir confrontaciones entre quienes defendemos la democracia, la soberanía y la justicia social. Es de esperar que el tiempo ganado también permita una mayor reflexión sobre lo que estamos viviendo de parte de todas y todos.

* Lic. en Psicología