Por Eduardo Luis Aguirre 

Hans Georg Gadamer fue uno de los filósofos más gravitantes del siglo pasado. Conocido como el impulsor de la filosofía hermenéutica moderna, Gadamer fue un pensador creativo capaz de poner en diálogo a los principales filósofos de su época en la creación de sus originales tesis.

La filósofa Maricarmen López Sainz, profesora de la UNED, conoció personalmente al longevo pensador durante una instancia de investigación en Alemania (1). Lo describe como un personaje muy humilde que en 1994, cuando se produjo el encuentro entre ambos ni siquiera hablaba de la filosofía hermenéutica. Por el contrario, decía que él se ocupaba de la hermenéutica filosófica a través de sus estudios de las lenguas clásicas, en especial el griego, que eran el núcleo de su recorrido epistémico originario. Solamente después se introdujo en la filosofía, bajo la supervisión estricta de quien reconoce como su exigente maestro: Martin Heidegger. Por eso es que su obra magna “Verdad y método” fue escrita recién en 1960, cuando este profesor de la Universidad de Heidelberg ya contaba con 60 años de edad. Maricarmen López Sainz escribió y publicó en 2003 un libro imprescindible para aproximarnos a este pensador, al que tituló “Reflexiones sobre la verdad de la filosofía hermenéutica de H.G Gadamer”. Al momento de comentarlo, la autora destaca algunas características de este filósofo que vivió 102 años de plena lucidez, y que consideraba, en su enorme humildad, que su principal contribución a la filosofía fue justamente su dilatada trayectoria. Y que la misma había estado signada fundamentalmente por el diálogo con sus maestros (citaba al ya mencionado Heidegger y a Husserl), con la lengua y con la poesía, pese a no temer considerarse finalmente un filósofo. La visitante, en una entrevista de Radio UNED, señala que su libro puede empezarse a leer analizando la hermenéutica a través de su larga historia (recordemos que Gadamer se había ceñido a la hermenéutica del pasado siglo). En ese horizonte ampliado, señala que primeramente la hermenéutica fue considerada como una técnica y luego como un arte, el arte de interpretar. La hermenéutica deviene filosófica recién a partir del primer Heidegger, que profundiza en la hermenéutica de la facticidad y de su heredero, el propio Gadamer. Y Gadamer, aún a pesar suyo, fue tan gravitante en materia de filosofía hermenéutica que Jürgen Habermas llegó a afirmar (cito el mismo reportaje a López Sainz) que había sido el “urbanizador de la provincia heideggeriana”. Esto significaba nada más y nada menos que facilitar la comprensión masiva de la hermenéutica heideggeriana, y ese estilo accesible también se advirtió en sus textos y sus exposiciones.

Hay un tema central que ya se expresa en el título de la obra canónica de Gadamer y el de la propia profesora López Sainz: el tema de la verdad. La verdad es una apelación recurrente que excede el pensamiento de los filósofos y pensadores y ha ocupado desde siempre los diálogos y las preocupaciones de las personas comunes. La pregunta por la verdad, en este siglo de la post verdad, adquiere una significación indiscutible. Pues bien, también para Gadamer, lo fundamental es la búsqueda de la verdad. El método es la manera de llegar al verdadero significado de las palabras que con su uso, su utilización y a veces su banalización, se pierde. Gadamer se ocupa del estudio de la historia, la verdad y el tiempo y la portada de su libro, que es un cuadro de Goya que ya no se encuentra en España grafica perfectamente la búsqueda del filósofo alemán de cuya muerte van a cuplirse 20 años. Esa pesquisa puede pensarse como la búsqueda de la verdad histórica, ya que el pensador sabe que no hay una verdad absoluta que se pueda concretar en un ente, pero eso no autoriza a un relativismo extremo que autorice la manufacturación y la manipulación de la lengua. Vocabulario, verdad e interpretación, parecieran ser los rasgos más salientes de la filosofía de Gadamer. Por ende, los riesgos que asume el carácter especulativo del lenguaje no pueden desagregarse en el pensamiento gadameriano de la verdad. En esa tensión entre significados y significantes, habitan matices filosóficos pero, fundamentalmente, existen siempre conflictos de naturaleza política. La degradación del lenguaje no sería solamente un problema semiótico, sino que lo antecede y supera una disputa ideológica. Cada tiempo político es capaz de acercarse, de alejarse o de construir su propia verdad a partir de la instalación de la vigencia de ciertas palabras y nuevos añadidos al lenguaje técnico y coloquial. Un agregado que termina proporcionando la pauta de la relación de fuerzas políticas existente. En una nota reciente (2), Jorge Alemán advierte sobre el advenimiento de conceptos tales como empatía, autoestima, resiliencia, zona de confort. El artículo, como expresa Liliana Ottaviano, sirve para para pensar la manera en que la lengua nos constituye como sujetos y a su vez da cuenta de la dirección que asume la época que habitamos. Dice el pensador en algunos párrafos de ese aporte: “Una vez más, como suele ocurrir con estos términos, no son inocentes. Alojan de un modo implícito una determinada concepción de la subjetividad. Se trata de concebir al ser como un ente que funciona como si fuera un «centro de iniciativas» y siempre susceptible de ser evaluado, representado y en función de su competencia”.

La ruptura entre historia, lenguaje y verdad que propone el neoliberalismo no solamente alcanza los ejemplos que precisa Alemán. Desde el denominado Consenso de Washington se han venido prohijando otros señuelos lingüísticos que tienden a naturalizar las lógicas y las prácticas del capitalismo en su fase neoliberal, consistente en la captura de las almas, la colonización de las subjetividades o la alienación en clave marxiana. Se trata también en este caso de numerosos ejemplos de dominación, de verdaderos caballos de Troya tales como gobernanza, gestión, caos, riesgo, eficacia, desformalización y litigación que han transformado a las formas de tramitar las conflictividades en verdaderas picadoras de carne, en gulags promovidos por el neoliberalismo y sus efectores más temidos. Como la USAID, la OEA, el Departamento de Estado y ONG´s de opaca historia y oscuros designios. Esto no atañe solamente al derecho. Es parte de una invasión y cuenta con consenso social, entendido éste como la capacidad de generar consenso en los sujetos. Es, entonces, un nuevo arsenal lingüístico donde hace pie la dominación cultural. Lo venimos denunciando y militando desde hace más de una década en esta misma página, sin demasiada fortuna.













(1)   https://www.youtube.com/watch?v=jyrY8gHeF5s

(2)   Neoliberalismo, empatía y zona de confort, disponible en https://lateclaenerevista.com/neoliberalismo-empatia-y-zona-de-confort-por-jorge-aleman/

(3)   https://www.facebook.com/liliana.ottaviano