Por Eduardo Luis Aguirre

Pensar la poesía. Pensar lo poetizante como herramienta capaz de correr los límites apretados del lenguaje, como una forma original y no fungible de asomarse a las esencias. A las esencias esenciales. Articulando un sistema simbólico que atraviese y supere los entes, que recupere lo dialógico en medio de rimas, abstracciones y neologismos. Allí, en ese fragor indivisible, se intersectan lo poético y la filosofía.

Por eso es que muchos poetas han sido, también, filósofos, muchos pensadores han sido poetas y filósofos célebres se han entregado a un poeta, considerando a algunos de ellos Poetas de Poetas. Esto es lo que ha significado Friedrich Hölderlin para Martin Heidegger. Algo similar a la relación de referencia permanente que Sartre establecía con el novelista Gustave Flaubert. Este entramado especial, sutil, poderoso, digno de toda atención, entre escritores, poetas y filósofos es lo que aborda Heidegger en su libro “Hölderlin y la esencia de la poesía” (1).

Es el propio profesor de Friburgo el que comienza preguntándose por qué, al intentar mostrar la esencia de la poesía elige la obra de Hölderlin y no la de Homero, Sófocles, Shakespeare. Incluso se plantea si será posible sacar de la obra de un solo poeta la esencia universal de la Poesía, dado que lo universal, lo omnivaledero, solamente se alcanza mediante reflexiones comparativas y el mayor número posible de obras y géneros poéticos (p. 19). Así y todo, con estos interrogantes a cuestas, Heidegger decide igualmente seguir lo que denomina las cinco“sentencias-guía” del poeta alemán nacido en 1843 y asumir el riesgo de que la esencia esencial de la Poesía se traduzca a través de su producción memorable.

En la primera de esas sentencias, Hölderlin envía en 1779 una carta a su madre en la que afirma sobre el poetizar: “esta tarea, de entre todas la más inocente” (III, 377).

Heidegger va inmediatamente detrás del carácter asertivo de “lo inocente”. Se plantea sobre la condición inofensiva y eficaz que se expresa, porque todo en la poesía transcurre en decir y hablar, abjura de la acción que aprese lo real y lo transforme. “¿Hay algo menos peligroso que la simple palabra?”.

La segunda sentencia del poeta es un esbozo de 1880: “En chozas mora el hombre, en vergonzantes vestidos se oculta, que cuanto el hombre es más hombre interior/ tanto más solícito anda de guardar el espíritu, cual la sacerdotisa la llama divina. Y en esto consiste su inteligencia. Y por esto tiene albedrío/ y se le ha dado a él, el semejante a los dioses, poder superior para ordenar y ejecutar, y por eso también se le dio al hombre el más peligroso de los bienes, la Palabra, para que creando y destruyendo, haciendo perecer y devolviendo las cosas a la sempiterna viviente, a la Madre y la Maestra, dé testimonio de lo que él es: de que Ella ha aprendido lo que Ella posee de más divino: El Amor que al Todo conserva” (p. 22).

La palabra, entonces, parece ser a la vez la más ingenua de las tareas y también el más peligroso de los bienes.¿Cómo resolver esta perplejidad? La clave parece ser el Hombre. La palabra es un bien exclusivo del Hombre. El Hombre, único ser capaz de dar testimonio de su propia capacidad de verdad (Dasein). Ese testimonio no es apendicular ni marginal: “constituye su íntegra y propia realidad” y su testimonio relata su pertenencia a la Tierra, en tanto heredero y aprendiz de todas las cosas. Es más, para que la Historia resulte posible, se le ha dado al Hombre el bien de la palabra. La Palabra, por otra parte, concita a todo acontecimiento histórico. No puede haber mundo sin palabra, y la Palabra es un espacio en el que conviven decisiones, actos, conductas, arbitrariedades, extravíos y caídas. He allí lo peligroso de este bien.

Pero, finalmente, la tercera sentencia que Heidegger analiza establece la imbricación entre el ser y la Palabra. Para eso a un poema inconcluso de su poeta. “Reconciliador, en quien nadie creyó (…)”

“Muchas cosas ha experimentado el Hombre;

A muchas celestiales ha dado ya su nombre

Desde que somos Palabra-en-diálogo

Y podemos los unos oir a los otros” (p. 26).

Luego, desde que somos diálogo, somos palabras palabra-en-diálogo. La palabra viene al ser como diálogo. Sólo en cuanto diálogo la palabra es esencial al hombre. La palabra no es un mero conjunto de vocablos. Eso es tan sólo el primer plano de la palabra.

“Qué significa entonces diálogo? Evidentemente hablar con otros acerca de algo”. La Palabra es entonces un medio de encuentro. “Somos un diálogo y esto quiere decir: podemos los unos oir a los otros”. “Somos un diálogo, y esto viene a significar además: somos siempre un diálogo” (p. 26). Somos diálogo desde que el Tiempo es. Los poetas, en definitiva, echan los fundamentos de lo permanente. Y la poesía, en definitiva. es nada más y nada menos que el fundamento de la historia. No se agota en su condición de mera "manifestación cultural". Menos aún, constituye una "expresión" del "alma de la cultura". "Poesía es el lenguaje primogénito de un pueblo". "El fundamento de nuestra realidad de verdad es el diálogo, por ser éste el aconteciminiento histórico por el que viene al ser el lenguaje. Más el lenguaje es la poesía, por ser fundación del Ser" (p. 32).

 

(1) Editorial Anthropos, Barcelona, 1994.