Por Yohanka León del Río

"La nueva experiencia de sueño se instaura en la misma medida en que la historia no se inmoviliza, no muere." Paulo Freire


El sistema no crea un sentido común, sino manufactura un consenso, dice Noam Chomsky, expresando con ello que lo empaqueta y embala como valor de cambio. Este "sentido común" así elaborado se impone en el conducto del consumo indiscriminado a través de los mass media sustentados por la totalidad de la más alta tecnología de la información y la comunicación.



Se afirma entonces que lo que tiene lugar, lo que acontece es una dictadura de un sentido común, es decir, una sensibilidad y una mentalidad, que cambia e invierte regresivamente el sentido de las palabras, al manipular el significante tradicional de ellas. Al hacer esto, la pírrica victoria ideológica y cultural del sistema se consuma en la apropiación devoradora de una subjetividad que se sustenta en la inhibición --como una desorganización emocional que aísla y culpabiliza--; la atonía afectiva, como contención moral, que disciplina el sufrimiento, y autocastiga; la dislocación, como incertidumbre, sentido de lo prescindible, invisibilidad y certeza de abandono; la arritmia, que se expresa en una imagen de lo social como eternidad inamovible y lo incorpóreo, como la representación de no tener lugar.

Los objetivos que persigue esta dictadura a la que me estoy refiriendo están dirigidos a: · Vaciar las conciencias oprimidas de la reflexividad y la criticidad, a lo que se suma la novedad afianzada de ser demandante acrítica de los productos que se ofertan en los anaqueles de los mass media, más el pensamiento reformista, la publicidad política y la banalidad.· Crear un conformismo placentero que permita, sin resistencias ni fricciones, dar cauce a las acciones económicas y políticas de un capital que pretende reformarse con la expansión cada vez mayor de un mercado adocenado y constrictivo.· Provocar el cierre de las representaciones espacio-temporales de las vidas cotidianas al claudicar ante la clausura de la vida, limitada a la sobrevivencia del aquí y el ahora. · Desplegar el desalojo del sentir, desear y pensar el porvenir y el futuro, haciéndolos emigrar de su valor de uso --desde y por los seres humanos en sus culturas, lenguajes y creencias diversas--, al unívoco mundo que ya tiene consignada para todos una única alternativa.

Entonces, la apuesta está en, desde nuestras resistencias, reencartar, reinventar, al decir de Freire, otro "sentido común", otra socialización, otras prácticas. Y es en este quehacer que tiene un lugar principal la necesidad de desmitificar el sentido usurpado de la utopía, lo que, naturalmente, no significa privarnos de la mística nuestra que se constituye en ingrediente fundamental de nuestros esperanzas.Los movimientos sociales y los espacios que nos convocan --y que convergen desde nuestras diferencias y diversidades-- apuntan hoy, sobre todo, hacia:- Que, a pesar del terror desatado una vez, no se hará patente la falacia de la reivindicación del mercado total, como invisible mano que predetermina la vida.- Que la faena inapelable es resignificar la utopía, reinventarla; visualizar con nitidez que un mundo neoliberal, capitalista e imperialista no será el mundo de hasta el fin de los tiempos. - Que, en otras palabras, es necesario sostener el reencantamiento de la utopía, en el sentido de no perder la capacidad del asombro y la sorpresa de la revolución.

El pensamiento crítico --como un pensar a contracorriente, riesgoso, libre y ofensivo en la conquista de la hegemonía--, acompaña y es parte también de este reencantamiento. Así, a mi modo de ver, superar el enclaustramiento sectario de un pensamiento mastodóntico y doctrinal, que aún prevalece entre algunos de nosotros y nosotras, no nos puede desbancar hacia la apología de la desconstrucción y la fragmentación, hacia la apoteosis de la diversidad folklórica y el reformismo de trastienda del inmediatismo y el tacticismo político. Entonces, es necesario revolcar las estructuras introyectadas del politicismo institucional y crear un nuevo modo de apropiación y acumulación de lo político.

Las convergencias de las diversas alternativas de resistencias contrahegemónicas pasan por ponderar la unidad de las acciones, los debates, y la toma de decisiones conjuntas articuladas --que aúnen los esfuerzos para la construcción reencantada del lenguaje, de las estrategias de comunicación, de los proyectos, de las acciones organizativas y de las formas de actuación-- en un discurso donde se recupere el sentido universal de la emancipación. Y aquí, por supuesto, el logos intrínsico de esta praxis es inverso al que el sistema manufactura. Esta es una lógica que emerge, que no está preestablecida en un determinismo abstracto sujetado a las condiciones privativas de una estructura económica, política. Es la lógica alternativa de un uso máximo del mínimo de poder, que significa no solo transformar las concepciones en uso, sino básicamente desplegar un cambio hacia lo interno de las redes y organizaciones.

Los movimientos sociales reconocen que "urge hoy la construcción de un sujeto social y político que pueda encarar las alternativas en términos de utopía". ¿Cómo entender esta urgencia desde y con el pensamiento crítico?

Muy a pesar de los cantos de sirena de un sistema creído en su univocidad totalitaria, las alternativas, en términos de utopía, están en la construcción de las acciones desde una propuesta de fines. Ocurre que el sistema de la venalidad universal, de la compra y la venta homogeneizada, patriarcal, hegemónica, racista y fascista, ha eliminado la cuestión sobre los fines en tanto el problema se corre hacia los medios, y estos, si son eliminados, escamoteados, imposibilitados, impedidos, no garantizan ningún fin, sino que pasan a otra realidad, la virtual, donde sus contenidos son usurpados. Es por esta razón que, nuevamente, el debate (pensemos aún que nunca ha estado ausente) necesariamente sigue siendo sobre los fines últimos de la humanidad, aunque desde diferentes flancos se pretenda una cruzada contra ellos.

Pensar en términos de utopía es pensar en los fines; desenterrar los sueños que acompañan nuestro permanente malestar y desasosiego y rearticular una vida infinita para todos y todas, en un mundo donde, precisamente, quepan todos y todas, como anunciaran en 1994 "los condenados de la tierra".Y significa, además, desnudar, desde y con el pensamiento crítico, aquella articulación que parte de una desconstrucción desilusionada ante las promesas incumplidas y los anhelos torvos, que opta lacónicamente por la viabilidad de los pequeños cambios, con un espíritu muy conservador.

Desde estas configuraciones, la articulación de las alternativas que nos convoca apuesta a la expansión del campo de lo posible, que no se restringe al efímero éxito de alguna pequeña lucha.El pensamiento crítico desde y con los movimientos sociales no puede ser un vanguardismo de prudencia, desarmado, moldeado por la lógica de los poderes dominantes que construyen sistemáticamente un sentido común mítico de las vidas cotidianas.

Reinventar lo político es ya un proceso de emergencias desde las acciones de resistencia contrahegemónicas, que nace del presente insoslayable, y reencanta en cada momento un horizonte que constantemente se rearma ante la inminencia de tornarse una totalidad totalizada. Desde la práctica y la experiencia que la Educación popular promueve, pensar, actuar lo político es mantenerse constante en el sentido de huida y fuga ante la posible conversión de la revolución que promovemos en evolución, en complacencia ante lo inmediato logrado.

El concepto de porvenir es antagónico al de sistema, cuando por ello entendemos la diversidad alternativa convergente en los fines. El reconocimiento de estos fines es necesariamente la desacralización y desmitificación de la tecnoutopía conservadora
y la visión ingenua de lo utópico permeada por el sentido común simplificado que el sistema, con su hegemonismo cultural y axiológico, instrumentaliza.  El matiz fundamental de la educación popular --desde su vínculo con los movimientos sociales--, es, en este sentido, esencialmente político. Y una redefinición de lo político simboliza sentir y pensar lo político como una práctica educativa, un aprendizaje de la realidad.  Es desde esta dimensión que es necesario recuperar la visión de la educación popular como práctica liberadora, como educación para la libertad, educación concientizadora, educación de ver, actuar, sentir y desear en la vida cotidiana, en todas las dimensiones de la praxis individual, cultural. Y esto se condensa en un proceso educativo que --como un proceso político pedagógico que tiene un fin que es la construcción de hegemonía-- emana de las resistencias y contiene en sí todas las tensiones sociales.

Pensar las alternativas contrahegemónicas con y desde el pensamiento crítico advierte acerca de que obviar y minimizar el sentido relacional, perecedero de las instituciones y organizaciones puede conducir a la sacrificialidad del sujeto respecto a la  organización, convirtiendo los esfuerzos en debilidades, toda vez que reitera los errores ya cometidos del vanguardismo ilustrado y prepotente, el voluntarismo, el centralismo. Ese empeño acumulado a que me he referido solo conduciría a olvidar lo básico, a desatender la reflexión crítica constante de la realidad que nos conforma y que conformamos, a arrinconar la necesaria reflexión sobre el modo de apropiación de la realidad y, en el mejor de los casos, a marginar la construcción colectiva conjunta, participativa de otro modo de apropiación.

Desde estas significaciones, la educación popular reclama el deber de educar --en el sentido de lo inacabado de la tarea infinita del hombre y la mujer-- a favor de la liberación de todas las formas de dominación introyectadas en las prácticas cotidianas.

Esa propuesta político-pedagógica propicia entonces el espacio necesario para que se sistematicen los sueños y esperanzas que acompañan la vida diaria. Con ello nos está diciendo que el futuro es posible pensarlo desarrollando el pensamiento crítico, acumulando culturalmente formas diferentes de relaciones sociales a partir de una subjetividad activa, propositiva, protagonista de los procesos sociales en la que está inmersa.

Pensamiento critico, educación popular, movimientos sociales son entonces tres sentidos sustantivados del límite de la conciencia y la vida oprimida de la mayoría que somos, que se adjetivan con la dimensión utópica de los sujetos sociales y políticos que desafiamos, desde alternativas diversas, el panlogismo hegemónico.

En este sentido, cuando hablamos de revolución y utopía, ¿a qué nos estaríamos refiriendo? - A una crítica de la cotidianidad enajenante que promueve hoy el capitalismo neoliberal, que, al mismo tiempo que homogeniza, subsume a todos los hombres y mujeres en valores absolutos y totales del consumismo y el mercado total, desarticula, fragmenta y divide la sociedad y la convierte en campo de enfrentamientos.- A una vivencia de la temporalidad pasado-presente-futuro, pero desde el presente. Es decir, desde la acción transformadora de los sujetos se sueña un futuro que desarticula la posibilidad de la imposibilidad del presente. - A un sentido de futuro soñado, compartido y luchado humanamente, que hace valer el sentido más pleno de la vida, como una existencia aquí y ahora y no como inalcanzable. Es el sentido de futuro como apertura, como creación participativa y colectiva, y como creencia en el sentido de la historia.- A un sentido de espera y esperanza activa, que brota de la situación desesperante, de la imposibilidad de vida de la mayoría de los hombres y mujeres, pero no como seres elegidos, víctimas o predispuestos al sacrificio, sino como las subjetividades sociales activas en que se constituyen en tanto construyen su historia y le dan sentido revolucionario a su acción, haciéndola perdurable y recuperable.- A un sentido poético, simbólico, que expresa la práctica y el sendero del cambio revolucionario por un mundo que se sueña y se desea porque se construye interpelando el mundo imposible, impuesto por la fuerza cada vez más agresiva de la realidad capitalista mundial; a un sentido de racionalidad reproductiva, de humanización de la sociedad, donde la vida sea posible en un modelo de ella que no se imponga como única y última alternativa.

Pensar las alternativas en sentido de utopía es pensarla también en el plural del sustantivo. La utopía hoy es imprescindible para no olvidar no solo el pasado no sido del ser humano y su condición, sino para impedir se pierda la memoria de lo que hoy aquí vivimos. El sistema, todo su engranaje, está concebido para que este olvido suceda minuto a minuto del tiempo contingente de las vidas que no vivimos.

Los procesos revolucionarios deben asumirse como historias que nunca acaban. La Revolución cubana iniciada en la fecunda década del sesenta se ha esforzado a través del empeño de sus hombres y mujeres porque esta constante del hacer humana se valide, porque el cauce infinito de las experiencias de todos y todas cobre sentido en cada etapa, momento y generación. Los esfuerzos de la educación popular en Cuba han estado encaminados desde sus inicios con esta tarea de reencantar el sentido de vida no solo desde un proyecto macro de liberación, sino desde un proyecto micro. No ha sido fácil, y no lo es aun este empeño, pero en su oficio y misión los educadores y las educadores populares cubanos, creemos y hacemos posible que la epopeya que significa para América Latina la trascendencia y la mística de la Revolución del 59, cobre vida, carne, música, deseo, voluntades en el pequeño gran mundo de cada y uno de nosotros. Es por eso que uno de los desafíos de la educación
popular en Cuba es la resignificación permanente de ese sentido común otro, critico, revocador de nuestras vidas cotidianas, cuestionador, discutidor, problematizador de nuestras acciones diarias y de que la política sea real poder de todos desde las diversidades que somos, desde la identidad transculturada que nos singulariza y universaliza, desde la autonomía alcanzada como pueblo y desde un humanismo universal y solidario. No somos claramente la utopía, pues estaríamos contradiciéndonos en nuestros argumentos antes expuestos, pero tratamos de asumir un oficio y una misión. Es cierto --ya la historia nos lo ha enseñado-- que la utopía no nos salvará, pero también es cierto que sin la utopía no nos salvamos.

Quiero así, para terminar, evocar junto a ustedes unos versos de Silvio Rodríguez, el poeta cubano y de todos nosotros, que afirman que "(...) hay que aprender que mañana es un mundo habitable, aprender la semilla del hijo y del padre, aprender a bañarse en el hondo deseo...". Eso es trascendente para el hombre y la mujer latinoamericanos de hoy.

 

Fuente: Publicado originariamente en Revista Cubana de Filosofía, Número 1, año 2004, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/cgi-bin/library.cgi?e=d-11000-00---off-0cu%2FcuZz-016--00-1----0-10-0---0---0direct-10---4-------0-0l--11-es-Zz-1---20-about---00-3-1-00-0--4----0-0-01-00-0utfZz-8-00&a=d&c=cu/cu-016&cl=CL1.7&d=HASHdad1db1f0c845a2d74d4c4