Por Eduardo Luis Aguirre

Las características de la cultura dependen en cada etapa histórica de los sectores sociales hegemónicos que establecen una organización económica, política y social. Para ello reglamentan normas que se formalizan jurídicamente y que regulan las relaciones entre los miembros de la comunidad cuyo objetivo es reproducir las condiciones de dominación” (1)

El siglo XXI, con su entramado original y atroz de complejidades, sus pliegues epistemológicos y discursivos, su cultura basada en la colonización sistemática de las subjetividades plantea como lógicas ineludibles y naturaliza como soportables los formatos de convivencia más desiguales, violentos y opresivos que pudiéramos imaginar.

Cualquier intento emancipatorio que quisiera ensayarse respecto de estas nuevas formas de dominación y colonización neoliberales debe ser capaz de completar un gran relato que contenga y articule, en un nuevo contrato social solidario, a aquellos que no tienen voz, a los que encarnan dolores insularizados y exteriores a la gran totalidad recreada por el capital en su fase neoliberal y colonial.

En esa dirección, la filosofía adquiere una potencialidad y una centralidad de cuya consistencia teórica dependerá en buena medida la suerte de cualquier emprendimiento democrático y liberador.

Es hora, en consecuencia, de resignificar en clave emancipatoria, como cometido táctico impostergable, los postulados de libertad, igualdad y fraternidad del contrato social, acaso los legados más importantes de la Revolución Francesa. Esas categorías filosóficas, políticas y jurídicas fueron concebidas para una sociedad “de iguales” ante la ley. Una sociedad “isonómica” y de nacimiento (ísogónica), compatible con la extracción de clase de los “ciudadanos”, miembros de las nuevas expresiones sociales que accedieron al poder después de la caída del Ancien Regime.

Lo que postuló aquel liberalismo europeo era una igualdad que sólo alcanzaba a varones blancos, propietarios, ilustrados, en la que no tenían lugar ni los pobres, ni las mujeres, ni los huérfanos, ni los judíos, ni los negros, ni los indios.

El liberalismo planteó también una concepción de la libertad (acotada especialmente a la libertad económica) asociada a una idea de fraternidad entre miembros de la totalidad, que excluía e invisibilizaba igualmente a quienes quedaban relegados en la intemperie de la exterioridad de las nuevas sociedades burguesas de Europa.

Con esta idea eurocéntrica de fraternidad, que trae consigo, asegura y reproduce una desigualdad socio económica de origen, sólo somos hermanos los que somos idénticos en nuestras condiciones. Este horizontes acotado de la fraternidad es el que Enrique Dussel pretende superar a partir de un nuevo concepto de solidaridad con los “enemigos” del sistema, como uno de los postulados éticos y político con aptitud transformadora, que debe a su vez analizarse conjuntamente con las ideas de totalidad y exterioridad que ya hemos mencionado. A ella habremos de añadir una concepción fanoniana sobre nuevo humanismo u Hombre Nuevo. En este marco, la solidaridad –entendida tal como la propone Emmanuel Levinas (imagen)- ya no será entregar al otro lo que necesita (aunque sea inspirados por nuestra mayor buena voluntad), sino un concepto ético-metafísifico que significa poner en riesgo la propia vida y entregar por el otro -las “víctimas” del sistema instituido- nuestra propia existencia. Esas víctimas son las que se encuentran en la exterioridad y que se deben distinguir de la otredad, ya que aquellas son una consecuencia que viven ciertos sectores sociales que son considerados descartables o desechos de las sociedades transmodernas, justamente porque éstas consideran que no aportan a esa totalidad sistémica y que, por el contrario, lo ponen en riesgo y son por ello considerados sus enemigos radicales. “Levinas afirma que la política totalitarista aplica la guerra para quien considera su enemigo. En este sentido, se entiende la política como el espacio de discusión entre iguales, cuya racionalidad implica la dominación de la Exterioridad. En estos términos, puede comprenderse que dentro del sistema puedan trabarse amistades íntimas (aunque sean enemigos en lo político) como amistades políticas, así como también relaciones de enemistad política, pero asentadas en lazos de fraternidad; absolutamente disímil es aquel a quien se considera enemigo total u hostis en término griego. En efecto, el hostil es aquel que con su vida pone en riesgo a los sujetos de la Totalidad de la que es excluido, es el “enemigo a muerte en la guerra” al decir de Dussel”(2). Se tratará en este caso de una consecuencia de la colonialidad” (y, por ende, del “ego conqueror”), que debe diferenciarse de la “otredad”, del “distinto” que sí, en cambio, preserva una identidad y un lugar propio de las diferencias constitutivas de los sujetos y que ha inspirado por ende la idea de una “tolerancia” tibia y temerosa respecto al otro diverso que, aún con esa identidad singular, puede integrar la totalidad instituida. La tolerancia supone permitir que el otro conviva conmigo en tanto no me interpele, estorbe o moleste con su existencia activa. La solidaridad para Dussel es, en cambio, la amistad alterativa, es decir, el conmoverse con el otro extraño, explotado, negado en su existencia; la solidaridad viene a superar la fraternidad, dando lugar a lo que él llama “una política crítica liberadora”. “Entiéndase esta acepción de política como la construcción de un nuevo orden justo, más allá del orden de la totalidad, lo que no tiene lugar en dicha totalidad, lo utópico (3). La política debe promover la reproducción y el aumento de la vida, basada en la práctica solidaria donde los que mandan “mandan obedeciendo”, y la solidaridad es definida por Dussel como “el deseo metafísico del otro como otro”.





BIBLIOGRAFÍA TENTATIVA:

1.      Carpintero, Enrique: “El erotismo y su sombra. El amor como potencia del Ser”, Editorial Topía, Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultra, Buenos Aires, 2014, p. 22.

2.      Elías, Gloria: “El concepto de solidaridad en Enrique Dussel como resistencia a las prácticas hegemónicas”, disponible en https://virtual.unju.edu.ar/pluginfile.php/31510/mod_resource/content/1/el%20concepto%20de%20solidaridad%20en%20enrique%20dussel.pdf

3.      Cfr. Dussel, “Lo político en Levinas (Hacia una filosofía política crítica)”, en Rev. Signos Filosófi cos (en línea) 2003, (009), UAM, Iztalapapa, D. F., México,”, p. 119. Este concepto lo desarrolla tanto en su Filosofía ética latinoamericana como en su obra de próxima aparición, Política de la liberación