El increíble discurso del Intendente de Bahía Blanca, proferido en una ciudad cuya carga simbólica no es preciso enunciar, un 25 de mayo, rodeado de uniformes y aupado por el voto mayoritario de sus vecinos, no puede ser tomado como un mero exabrupto. Nadie que no se sienta legitimado y fuera del alcance de cualquier tipo de reproche institucional podría emular la nefasta reivindicación del pasado trágico argentino y la convocatoria a identificar y combatir a un nuevo enemigo interno. La retórica de este funcionario electo exhuma las lógicas constitutivas de un "otro" desvalorado, creado unilateralmente por quien lo "identifica" y lo constituye como un riesgo para las mejores tradiciones que encarnan un ser nacional análogo del que brotaba a borbotones de los discursos genocidas durante la dictadura cívico militar. El intendente no es el único nostálgico del destino manifiesto de la eliminación del diverso. La ministra Bullrich volvió a mostrar sus intenciones provocadoras al denunciar la presencia cercana a la Plaza de Mayo de un grupo de personas portando bombas molotov. La desmentida policial llegó a tiempo, pero lejos está de autorizar la pasividad y la desatención frente a estos dos hechos, ocurridos ambos en un día patrio, pero también en un marco donde crecen la pobreza y la marginalidad, pero también la represión de la protesta social o los intentos denodados y recurrentes de acallar por cualquier vía las voces alternativas. En los medios, en las calles y en la plazas.
Por si esto fuera poco, crecen las versiones, hasta ahora no desmentidas, de la autorización del gobierno argentino de enclavar una base norteamericana en el sur argentino y otro asentamiento análogo en la triple frontera. Esos hechos no están divorciados de los dichos del alcalde bahiense. Está claro, y es sabido, que vienen por los recursos escasos. Pero también que la derecha neoconservadora está dispuesta a promover -si las condiciones objetivas y subjetivas de la movilización popular la jaquean- una intervención imperial cuya modalidad ignoramos. Como lo han hecho en todo el mundo, y en especial a partir del experimento desmembrador de la ex.Yugoslavia. Eso explica la inquietante presencia de la DEA por la que puja el Pro. Esa pulsión mortal cuenta, desde luego, con el guiño de la embajada. Por eso es que a la derecha no le importa "ganar la calle", y por eso es que las formas de resistencia deberán tener en lo sucesivo la potencia original de recrear un escenario propicio para disputar la batalla cultural definitiva. Hay que trascender de manera urgente el marco agitativo y consignista. En menos de 200 días el desastre retrógrado en el gobierno ha generado retrocesos que no va a resultar sencillo remontar en el futuro. Los medios juegan su rol consabido de utilizar mentiras y tergiversaciones cuidadosamente diseñadas y banalizaciones que contribuyen al desconcierto, la pasividad generalizada y la colonizació cultural. Sólo el pueblo organizado, un nuevo bloque histórico con vocación emancipatoria, consciente de lo que está en juego en esta hora decisiva, será capaz de conjurar la pesadilla predatoria que se abate sobre la Patria que, todavía, nos contiene.