Venezuela ha decidido concretar un anuncio que hace exactamente un año había hecho el Presidente Hugo Chávez: abandonar la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión. Más allá de las cuestiones formales que intentan frenar la medida soberana adoptada por  la administración de Nicolás Maduro, es necesario a atender a la insólita respuesta oficial del propio organismo: "La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lamenta profundamente la entrada en vigor de la denuncia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos respecto del Estado venezolano. La Comisión reitera su profunda preocupación por el efecto que produce la entrada en vigencia de la denuncia, esto es, que las violaciones a derechos humanos que pudieran ocurrir en Venezuela después del 10 de septiembre de 2013, no podrán ser conocidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH). Ello va en detrimento de la protección de los derechos de los y las habitantes de Venezuela, quienes pierden una instancia de protección de sus derechos humanos. La Comisión Interamericana hace un llamado a Venezuela a reconsiderar esta decisión." Canallas. Vergüenza debería darles. Por algo Evo Morales los califica de una nueva base imperialista en la región. Una corte enclavada en Washington, financiada por una potencia que, paradójicamente, no forma parte del sistema regional de DDHH.


 Que ha callado frente a las más graves violaciones a los DDHH en el Continente, salvo cuando se sometían a su jurisdicción cuestiones que no incomodaban al establishment o se trataba de juzgar los crímenes de (algunos) dictadores que habían dejado de ser funcionales al imperialismo (una cuestión esencial, claro está, para que nuestro pueblo llevara adelante su inédita experiencia de memoria, justicia y verdad) , porque éste había adoptado nuevas formas "humanitarias" de intervención, disciplinamiento y control. Demuestren profunda preocupación por Guantánamo, por los Cinco, por el bloqueo a Cuba, por Honduras, por Paraguay, por el funcionamiento de los restantes organismos internacionales como la propia OEA, que los contiene, por la ONU, por los tribunales internacionales, por el espionaje imperial y sus crímenes masivos en los cuatro continentes, por las tentativas destituyentes de los gobiernos populares, incluido el nuestro. Ya tenemos suficiente con las avanzadas "jurídicas," que nos venden tecnologías de litigación, códigos y sistemas procesales, promisorios ellos en teoría, pero que en la práctica conocen ellos de antemano cómo van a funcionar, porque se los vacía, ex profeso, de contenido ideológico, y se los transforma en otro insumo colonial de dominación y control. Con sólo preguntarles a los militantes mapuches en Chile nos damos cuenta que no estamos frente a meros problemas de "implementación" o "ineficiencia" en la "gestión" de estas tecnología de poder. Son, por el contrario, y con esta impronta, los nuevos aparatos de control social punitivo con los que el imperialismo reprime los conflictos sociales en su patio trasero. No está nada mal liberarse de estas instancias de colonización cultural e ideológica. Acaso ha llegado la hora en que América latina deberá crear sus propios organismos en materia de justicia regional. Su propio sistema integrado de seguridad y defensa, como lo ha planteado también el Presidente de Bolivia. El reciente límite impuesto a la hegemonía imperial, en el conflicto sirio, tal vez nos esté señalando que es la hora de la independencia definitiva de estos organismos protectores del orden imperial, y que otra forma de coexistencia solidaria e igualitaria es posible entre las democracias de la Patria Grande.