Por Eduardo Luis Aguirre


Algo inesperado y de dimensiones desconocidas profundiza y acelera la debilidad de las democracias occidentales. Las formas de esas amenazas ni siquiera se limitan a los cinco tradicionales pasos de los golpes blandos de Gene Sharp.
Por el contrario, una serie de expresiones de nueva creatividad contingente, pródiga violencia, se expande sobre lo que se pretendió asumir como un hemisferio, justo en el momento cuando los bloques y naciones parecen hacerle frente al globalismo posmoderno.



Si bien durante las últimas décadas se llegó a hablar del “prestigio” ineludible de las democracias, la fugacidad inesperada de algunos hechos políticos tiende a poner en cuestión esa supuesta consistencia institucional.

La emergencia de personajes de la catadura del candidato libertario (un adepto módico de las ideas de extrema derecha del economista Murray Rothbard) y su expectante (e inquietante) compañera de fórmula en el escenario argentino son solamente un ejemplo, un recorte de lo que podríamos catalogar como una regularidad de hecho contemporánea.

Desde el negacionismo de los crímenes contra la humanidad perpetrados por la última dictadura cívico militar hasta el retroceso de históricas conquistas como los derechos sociales, civiles y políticos o la salud y la universidad pública se han puesto inesperadamente en disputa en la Argentina, marcando un inesperado e inédito hiato en las conquistas democráticas que se creían consolidadas después de 40 años de vigencia de las instituciones republicanas. Un ulular cada vez más perceptible de retóricas, metáforas y expresiones francamente antidemocráticas se fueron abriendo paso en la sociedad argenta. Las causas de esa regresión son insondables y quizás no precisamente escasas. Desde la frustración creciente de amplias capas sociales frente a una situación económica que sistemáticamente los excluye, hasta el no demasiado inventariado legado de la pandemia y el neoliberalismo hegemónico en las nuevas subjetividades.

Un dato parece indiscutible. La adhesión a un programa que pone en jaque a la democracia y reproduce nuevas formas de miedo social capturan la adhesión de sectores juveniles desesperanzados, que no registran memoria del pasado dictatorial. Son ciudadanos nacidos en democracia, la mayoría de ellos menores de treinta años que observan con un marcado pesimismo el futuro conjetural de los diferentes ciclos políticos. El país se debate así frente a su hora más sensible. El próximo 19 será el momento donde se definirán las nuevas pulsiones y los nuevos miedos que acarrea una eventual deriva social hacia las derechas extremas.

Antes de la compulsa, el debate final entre los dos candidatos concitó la atención del país. El resultado fue el esperado en una compulsa entre un sujeto de personalidad singular, absolutamente ignorante de la realidad del mundo con excepción de los papers de su añejo mentor ideológico. Lo del libertario fue un papelón de principio a fin, verificable a partir de las percepciones de los propios televidentes, porque el desempeño de sus periodistas adeptos fue tan amañado como la torpeza módica de los panelistas “propios”, que intoxican con sus disparates y obviedades.

Para el resto de la gente quedó clara la enorme diferencia entre un personaje que balbucea consignas inconsistentes y un presidenciable que ajustó su discurso a la búsqueda quirúrgica de los votos todavía en disputa. Del otro lado, el liberal no deja de asombrarnos. Volvió a ratificar su admiración por Margaret Thatcher, la misma que ordenó el hundimiento del crucero General Belgrano que navegaba fuera de la zona de exclusión durante la guerra de Malvinas, perpetrando un crimen de guerra que permanece impune. Una información convertida en metáfora y ejemplificada por el perdidoso con sendas referencias a Mbappé y Cruyff. No hay casualidad es esa preferencia. Tanto la ex lideresa conservadora como Rothbard postularon en su momento que la sociedad "no existe", que sólo existen individuos compitiendo en los mercados.

Es imposible, no obstante, concluir el efecto que el debate pudo haber causado entre los electores. La descascarada alianza de todo el espectro neoliberal no deja de ser una amenaza que somete a la democracia a una incertidumbre y una vigilia que habrá de dilucidarse dentro de escasos aunque largos seis días.