Cuando la neurosis no juega a favor de la política
Por Lidia Ferrari
Las alianzas que tejen las derechas parecen más firmes, más sólidas que las izquierdas, porque no los unen los principios o ideas, sino los intereses, los negocios. Además, la derecha Es el Poder. Todo cuenta a su favor. Los medios, los aparatos y las personas que se mueven por la conveniencia de los negocios, los saqueos, las prebendas. No hay generosidad. Hay negociado.

Por Santiago Alba Rico (*)

España es un país difícil. La derecha lo quiere simplificar. Es ese, desde los Reyes Católicos, su impulso histórico: lo llamaré el "método Procusto", por el mitológico ladrón que ajustaba el cuerpo de sus huéspedes, sierra o martillo mediante, al tamaño de la cama; o también "método Gordias", en referencia al complicadísimo nudo que Alejandro Magno, sin tiempo que perder, cortó de una cuchillada para conquistar la Frigia. La derecha quiere decidir el tamaño de España. La derecha quiere deshacer el nudo llamado España a golpes de espada.

Por Ignacio Castro Rey (*)



La velocidad y el movimiento se han convertido en el conservadurismo perfecto. La interactividad usa la dialécticaentreaislamiento real (estrellas) y conexión virtual (barras) que sigue a la higiene angloamericana que dirige al mundo occidental desde la Segunda Guerra.

Por Eduardo Luis Aguirre

El Partido Popular espera dar mañana el golpe de gracia y desalojar al socialista Pedro Sánchez del gobierno español.

Eduardo Luis Aguirre y un análisis sobre la reciente reunión entre la CELAC y la UE. La cuestión Malvinas y las disputas por el desarrollo energético que llegó para quedarse.

Por Diego Tatián

En “Ética Eudemia” 1240a-b Aristóteles dice algo muy extraño y muy bello al desarrollar la idea de “amistad consigo mismo” (una de las ideas más importantes de su arte de vivir, irreductible a cualquier narcisismo y más bien lo contrario): quien es su propio amigo, escribe, desea morir consigo.

Por Eduardo Luis Aguirre

“El progresismo de mi época –dice uno- era el orégano que se le ponía a una pizza, pero no era la pizza” (1).

Por Lidia Ferrari (*)

¿Cómo concebir que no se desprecie algo que en la propia cultura ha sido valorado como inferior o despreciable? El encuentro con la confidencia esclarecedora de Masotta que es ‘Roberto Arlt, yo mismo’ podría resultar un pasaje iluminante para pensar ciertos rasgos de lo argentino.