Por Eduardo Luis Aguirre
A fines del siglo pasado, la imparable fugacidad de la autoproclamada posmodernidad, el fin de la historia y de las ideología, el Consenso de Washington y una aceleración de los adelantos tecnológicos caracterizaban un planeta que hacía pie de pronto en un solo paradigma totalizante. No había nada por fuera del capitalismo neoliberal, con excepción de una jerga aplicada y el oportunismo de las academias e instituciones dispuestas a utilizar y valerse de las ventajas de internet y las comunicaciones remotas.
Por Eduardo Luis Aguirre
Las premoniciones de Hardt y Negri sobre las tradiciones e instituciones jurídicas globales han quedado demasiado lejos en el tiempo, arrumbadas por el exceso de confianza de algunas de sus formulaciones en “Imperio” y el estado de excepción de naturaleza permanente que el neoliberalismo ha instalado de hecho en las democracias de baja intensidad contemporáneas.
Por Manuel Monereo (*)
"Este 'momento unipolar' tuvo una consecuencia perfectamente lógica y predecible: predispuso más a EEUU al uso de la fuerza en el exterior. Eliminada la amenaza soviética, EEUU quedó con las manos libres para intervenir prácticamente en cualquier lugar y momento que considerara oportuno", Robert Kagan (2003)
Una gran potencia es hegemónica cuando consigue -por los medios que sea- que sus aliados compartan, hagan suyos sus objetivos estratégicos, sus definiciones geopolíticas y sus líneas básicas político militares.
Eduardo Luis Aguirre conversó en Multitud con la cientista social Sofía Lanchimba.
Por Eduardo Luis Aguirre
Hace mucho tiempo que sigo atentamente conferencias, entrevistas y escritos del filósofo José Luis Villacañas. En particular, desde que consentí la última versión de "Filosofía y derecho" (1), me convencí que uno de sus textos, "El neoliberalismo como teología política" (2), quizás podría completar las preguntas y estupefacciones de un libro tan breve como el que desde hace apenas un par de días atesoro en mis manos. El trabajo del profesor de la Universidad Complutense de Madrid se constituyó desde entonces en el diapasón, en la guía capaz de ubicarme en un universo de estrellas atravesado por sonidos y notas extremas.
Por Lidia Ferrari (*)
Pasolini construyó su poema Profecía prediciendo un futuro que es nuestro presente. Nuestra corta y finita vida -además de la estúpida vanidad narcisista de creernos únicos- impide ver el recorrido de millones de años de una especie migrante que partió de Africa y colonizó todo el planeta. Una carencia de Estadistas en serio, de esos que piensan a largo plazo, impide ver que el fenómeno migratorio no es un problema sino una solución para la cultura humana. Estos estadistas de pacotilla creen en sus vallas, en sus muros, en sus aduanas. Creen que pueden detener el movimiento del mundo y el flujo de la vida con fronteras y mapas catastrales. Si fueran astutos – quizás hasta cínicos- abrirían las puertas a los inmigrantes porque traerían vida al geriátrico de Europa.