El recalentamiento de las relaciones diplomáticas entre los países de la OTAN y Rusia constituye un dato geopolítico sin precedentes desde el colapso de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín.
La reciente cumbre de la OTAN en Polonia ha consensuado un documento de 139 puntos, un tercio de los cuales se dedican a analizar su relación con Moscú, lo que ocupó además prácticamente la totalidad de las conversaciones de la primera jornada de labor conjunta.
Abstracción hecha de las expulsiones de delegados diplomáticos en Moscú y Washington, el acoso sistemático de occidente comienza a dejar sin alternativas a la administración Putin, actualmente rodeada por 29 bases militares de las principales potencias aliancistas.


La OTAN, la más grande alianza militar de su historia, se reconvirtió en una coalición ofensiva desde 1999 y demostró ser capaz de bombardear y destruir a los países que no acaten las directivas del capital concentrado internacional. La intervención "humanitaria" en Yugoslavia así parecen confirmarlo.
En todo este tiempo, Rusia ha demostrado un crecimiento sostenido y autonómico, no exento de dificultades, y ha consolidado a su vez vínculos cada vez más estrechos con China.
Según consigna la agencia iraní HispanTV, el presidente Xi Jinping expresó, de manera casi concomitante con la última de las frecuentes visitas de Vladimir Putin a Pekín: “Actualmente, somos testigos de acciones agresivas de EE.UU tanto hacia China como Rusia. Creo que Rusia y China pueden crear una alianza ante la cual la OTAN (la Organización del Tratado del Atlántico Norte) sea débil”. Xi cree que esa alianza está llamada a constituir un factor clave en el nuevo orden global. Una especulación que no admite demasiadas interpretaciones.
El ex presidente soviético y premio Nobel de la Paz, Mijail Gorbachov, por su parte, acaba de lanzar una advertencia igualmente explícita: "Los miembros de la OTAN intentan hacer ver que no tienen miedo de nada y es muy sospechoso, porque con eso nos fuerza a nosotros y a todo el mundo a un enfrentamiento mayor. "El mundo debe entender que no se puede aparentar que no sucede nada grave. Rusia deberá defenderse (de las iniciativas de la OTAN). Hay que parar este horrible proceso".
El problema es que el proceso consiste en prácticas de agresión de occidente cada vez más desembozadas. De las cuales, la más riesgosa es la insistencia de rodear a Rusia de enclaves militares, en lo que constituye una amenaza explícita contra Moscú. Al parecer, aquellos que conjeturaron que las maniobras de la OTAN se limitarían a estimular y patrocinar los golpes blandos en diferentes territorios sensibles en disputa y lograr un mero control disuasivo del gigante euroasiático se equivocaron groseramente. La situación actual pone al descubierto una vocación hegemónica mucho más intransigente y unilateral, compatible con la crisis del capitalismo, únicamente sustentable mediante un sistema de control punitivo y militar global.
Los socios menores de Europa han tomado debida nota de los riesgos que les depara su incómoda ubicación geográfica y política, e intentan revalorizar las vías diplomáticas como formas de resolución del conflicto,  después de las conclusiones francamente preocupantes de la reciente cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia, que congregó a los 28 países miembros y los 26 asociados, más los esperables representantes de la Unión Europea, la ONU y el Banco Mundial. 
El presidente checo Milos Zeman ha salido a diferenciarse de algunas decisiones de la alianza, en especial el despliegue de cuatro batallones militares en la frontera oriental de Europa (más precisamente, cuatro mil hombres  distribuidos en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania).
Y hasta el propio presidente Hollande acaba de señalar categóricamente que "La OTAN de ninguna manera tiene que dictar qué relaciones con Rusia debe tener Europa. Para Francia, Rusia no es el enemigo, ni es una amenaza", según consigna el periódico Le Monde.
En ese contexto, huelga decirlo, la situación ofrece un abanico de posibilidades y un desenlace difícil de predecir. Lo que sí está claro, es que el marco ha derivado hacia una situación de grave conflictividad en cuya resolución está implicado el mundo entero.