El peronismo arrasó en las elecciones. Se trata de una irrupción emancipatoria, embrionaria, inesperada y plebeya. Una singularidad colectiva que hizo emerger algo que estaba latente, una reivindicación cultural de los dolientes del capital (*). El gobierno ha quedado desmadrado, carente de coordenadas mínimas y víctima de la propia inhabilidad para percibir las consecuencias del daño social inferido. El horizonte de proyección de sus réplicas y su capacidad escasa de equilibrar el marasmo inédito de la larga noche ha quedado expuesto con la dureza que los propios poderes a los que representan le expresaron con su lenguaje brutal. Las retenciones apenas ideadas fueron erradicadas de un plumazo por los agroexportadores. El congelamiento de los combustibles proyectado duró, apenas, 11 horas. En términos ajedrecísticos -como advierte un pensador fraterno- el macrismo está en situación de  "Zuzgwang": todo lo que intente de aquí en más, puede llegar a salir fatalmente mal.

La situación, a la que algunos caracterizan con pereza como la tormenta perfecta, arrastra otro sedimento mucho más oscuro.

El marco  internacional detenta un poder punitivo descomunal que, a toda costa, intentará reponer a la derecha en el poder. Algo de eso expresa Bolsonaro y se desliza en las amenazas sin precedentes de su ministro. Pero más clara es todavía la actitud de Carrió, que echa bidones de nafta a tres incendios crepusculares, por no decir finales. Se planta a hablar después que el propio Macri convocara al sueño colectivo durante la noche de su derrota fatal, y luego del encuentro entre éste y Alberto Fernández ensaya una provocación procaz y abierta. Les recita a los argentinos, finalmente, la promesa de un mal ilegítimo. Recuerden a Otpor y su incidencia en los Balcanes, Ucrania, Siria, Libia, Egipto y Venezuela. Los seguidores de Gene Sharp están entre nosotros. El calentamiento de la calle es el primero de los pasos de los golpes blandos. La debilidad institucional argentina añade un componente donde el tiempo, como factor político, convierte a la transición democrática en algo así como la marcha de Moisés por el desierto. En ese escenario infértil e inhóspito, cualquier error de cálculo es fatal. Hay que elegir muy bien los comunicadores y las puestas en práctica, alejarnos del infantilismo antiguamente inocuo y siempre previsible de las ingenuas vanguardias convencionales y preservar lo que queda de las musculaturas de los estados. Sharp lo sabía. En su concepción manualística, la primera etapa consiste en profundizar las contradicciones y promover acciones no violentas para generar un clima de malestar en la sociedad, destacando entre ellas denuncias de corrupción, promoción de intrigas o divulgación de datos, noticias o rumores falsos.

La segunda etapa consiste en desarrollar intensas campañas en defensa de supuestos valores que pongan a todos en duda, acompañadas de acusaciones de totalitarismo. Cualquier acusación o demanda contra los gobiernos populares provinciales, municipales o contra el movimiento nacional en su conjunto se convierten en funcionales, sobre todo si los voceros son capaces de cometer aquellos yerros que luego serán utilizados y amplificados al infinito.

Justamente, la tercera etapa - y ésta es la que debe ocuparnos centralmente- profundiza las contradicciones y activa las luchas por reivindicaciones políticas y sociales esencialmente justas, emprendiendo manifestaciones y protestas violentas.

La cuarta etapa consiste en ejecutar operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de "ingobernabilidad".

La quinta y última etapa tiene por objeto forzar la renuncia del Presidente  o gobierno de turno o condicionar s asunción, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente, se prepara el terreno para una intervención militar, institucional o "humanitaria" extranjera.

Estos son los cinco pasos que describe Sharp, el doctrinario de los golpes suaves. El padre de las formas modernas de desestabilización popular. La Argentina ha producido un acontecimiento. Inacabado pero acontecimiento al fin. Ejemplar, rotundo, plebeyo, inesperado, transparente, sin demasiadas emulaciones contemporáneas, En este marco de luchas defensivas, es ahora tan peligroso intentar jugar en todos los tableros con el formato y las lógicas arcaicas de las democracias eurocéntricas, como hacer –en todo o en parte- lo que el antagonista espera.

(*) Alemán, Jorge: disponible en https://www.youtube.com/watch?v=tJWTHuKapIo