Por Jorge Alemán (*)

 Estos dos términos suelen aparecer indiferenciados. Incluso en muchos casos se vuelven intercambiables o meramente separados por un guión; lo político-social. Sin embargo, resulta especialmente importante establecer una diferencia estructural entre los mismos. Nuestra hipótesis es que lo político  tiene cada vez más obstáculos para abordar  lo social y a su vez lo social se define por poner obstáculos a lo político en su abordaje.



En primer lugar, es necesario indicar que cuando hablamos de lo “político” no nos referimos al término en un sentido amplio, sin reducir la “política” a una mera gestión administrativa de la realidad o a ser una pieza más del mundo social. Por ello, en nuestro título hablamos de “lo Político” para designar aquellos casos donde el mismo se articula potencialmente a un proyecto transformador de “lo Social”. Son políticos todos aquellos movimientos sociales que intentan transmitir a “lo Social” una dimensión igualitaria, de justicia  y con una  apuesta de carácter  emancipatorio.  ¿En que momento lo Social se abre a la intervención de lo Político y no lo reprime? Para entender esta pregunta es necesario caracterizar lo social.

Lo social es un lugar en permanente movimiento, una marejada  incesante de  intercambio de mercancías, operaciones financieras, explotación de clases subalternas, producción de subjetividades sin ninguna orientación a “lo Político”. En “lo Social” se habla  mucho de política para que se olvide lo Político, o directamente se neutralice. Se podría de inmediato argumentar por lo contrario que en lo Social hay grandes movilizaciones, reivindicaciones importantísimas,  luchas obreras o manifestaciones contra el orden establecido de las cosas. No obstante, incluso los movimientos sociales que cuestionan la lógica de la Dominación, no constituyen en sí mismas, prácticas emancipatorias, al menos no son intrínsecamente transformadoras. Sólo pueden eventualmente llegar a serlo si  provocan la emergencia de  lo que vamos a denominar con el concepto de  Dislocación primordial.

A pesar del gran movimiento contradictorio que aquí denominamos lo  Social donde incluimos sin duda hechos contradictorios y acompañados a veces de una tensión explosiva, lo social no engendra desde sí mismo su propia transformación. Describamos apresuradamente ese universo de lo social contradictorio: la dinámica de las relaciones de producción que se dirigen a la concentración mayor de la riqueza, la “financiarización” que borra progresivamente el lugar de la “economía  real”, los espacios híper-conectados de la trama de negocios digitales, la fabricación permanente de  deuda en los distintos niveles, tanto nacional como internacional, y subjetivo, la producción de “emprendedores de sí” por puras exigencias del mercado, la exclusión radical de amplios sectores de la población y la precarización irreversible de las vidas.

No obstante, todas las luchas  efectivas que se oponen a este universo de Capital  no logran tornar  a  Social” en un lugar que sea intrínsecamente transformador. De hecho “lo Social” se presenta desde la perspectiva de “lo Político” como algo inerte, sedimentado, compulsivamente repetitivo (como lo son sus medios corporativos).

Asimismo, podemos comprobar que existen distintas prácticas sociales que originalmente poseían un alto valor novedoso y de respuesta al Poder, a las que “lo Social” transforma en un instrumento inofensivo e integrado en el mundo al que se oponían. Es necesario insistir en esta paradoja, “lo Social” es el lugar que se resiste  a  dejarse abordar por “lo Político”. De esta forma, se promueven políticas y políticos que no interrumpan la “financiarizacion” de la vida y su permanente  conversión en “capital humano”. El Amo de “lo Social” es lo que Lacan denominó en 1972 como el “Discurso Capitalista”, un discurso que se presenta híper-conectado, sin ninguna  Dislocación y, aunque esté atravesado por distintas polarizaciones, las mismas son imaginarias y no constituyen en un sentido específico “antagonismos”. Aunque “lo Social” se muestre siempre  atravesado por distintas polarizaciones, grietas sociales, etc. no se desprende de ello que esté garantizada la articulación de “lo Político y  tenga lugar en un proyecto de lo Común. Esta es la astucia de la razón del Capital.

En definitiva, lo Social es el lugar donde el Poder realiza sus sofisticados juegos entre relaciones de fuerza y producción de libertad. También “lo Social”, y esto es muy determinante, propone múltiples maneras  de satisfacción  a las distintas sensibilidades en su gran  Mercado del “goce”.

El Neoliberalismo es el tiempo histórico donde “lo Social”, en principio, trata de evitar por todos los medios la  Dislocación de lo Político. Para entender el término Dislocación es importante considerar a “lo Social” como una estructura de discurso.

Podemos señalar los siguientes rasgos:
1) Por sedimentado que se presente “lo Social”, por tediosos que sean su “ritornellos”, por sedimentada e inerte que sea su vida, la estructura nunca es una totalidad, no puede clausurarse a sí misma, no dispone de los suficientes elementos simbólicos para absorber el malestar que genera, los puede atenuar circunstancialmente pero no los puede reducir. Esta es la razón por la cual en toda estructura o en todo discurso está abierta la posibilidad de la Dislocacion. Ésta se presenta como un brecha negativa  que nunca puede ser mediada, es irreductible a contrato alguno, en términos lacanianos  da cuenta de la imposibilidad  por parte de lo Simbólico de capturar lo real por representaciones. No dispone de actores previamente constituidos en su identidad, como sucede en la versión clásica de la “lucha de clases”, donde los propietarios de los medios se enfrentan a los propietarios de la fuerza de trabajo. La lucha de clases puede o no, eso es una contingencia, ser el principio articulador que proyecte a la Dislocación hacia el antagonismo.

2) Esta es la razón lógica por la cual toda estructura tiene la “materialidad” de un discurso. No hay realidad “prediscursiva”. La expresión Discurso no se limita aquí, ni la las palabras, ni a lo retórico, ni a los relatos. El discurso es la matriz fallida de “lo Social”. El Poder intenta que esas fallas no aparezcan en su verdad estructural. Por ello las oligarquías neoliberales que manejan el poder tienden a mostrar a la política como un juego más de “lo Social” y no como aquello que lo puede subvertir.

3) Dado que “lo Social”, incluida su economía, no puede armonizar  ni ordenar la dinámica depredadora que genera  el Neoliberalismo, la  pregunta crucial desde la pendiente de “lo Político” es si la estructura que lo sostiene, que al igual que todas, es materialmente incompleta e inconsistente, permanece virtualmente abierta  a la dislocación, única condición de posibilidad del antagonismo. Si el Capitalismo impidiera definitivamente la Dislocación de lo social el crimen sería perfecto.

4) La Dislocación es la brecha negativa imposible de suturar, la rendija no eliminable que posibilita con su apertura la reunión inestable pero efectiva, entre “lo Social” y “lo  Político” . “Lo Político” y “lo Social” se reúnen cuando toma forma un antagonismo que tenga un claro exterior constitutivo conformado como un auténtico adversario.

5) La dislocación de “lo Social” es la condición de posibilidad  del surgimiento del Antagonismo  y su frontera antagónica, todas la polarizaciones imaginarias se re-articulan en un antagonismo simbólico a través de una fuerza política que sea capaz de encarnarlo. El antagonismo tiene siempre dos lados: el campo que configura gracias a su articulación y el exterior que se constituye en el campo democrático, como adversario. Éste que siempre es representado de un modo directo o indirecto, según las coyunturas a las oligarquías neoliberales y financieras. 

El malestar social por potente que sea, nunca se traduce de modo inmediato y necesario en “lo Político”. En este aspecto la diferencia entre “lo Social” y “lo Político” es crucial y no pueden ser confundidas, especialmente  si se quieren evitar análisis  mecánicos  y esencialistas. Lo que hemos sostenido aquí implica que designamos como Poder a todo aquello que con sus diferentes dispositivos preservan  la reproducción indefinida de lo Social evitando que surjan sus rupturas. Y designamos como Hegemonía (es nuestro debate con Laclau y Mouffe) la posibilidad de que una construcción política articulada, logre  poner en cuestión el orden oligárquico y  haga surgir el antagonismo que permita identificar al adversario.

Nada puede venir  dado por “lo Social” hasta que emerge  la dislocación siempre presente y latente  en la estructura simbólica que sostiene a “lo Social , esta dislocación abre un nuevo tiempo en el espacio de “lo Social”, se puede   inaugurar con lo que puede ser llamado de distintos modos: “crisis de legitimidad”, “crisis orgánica” o acto instituyente, según sus intensidades o lecturas políticas y teóricas. Lo importante es el principio articulador que brote de las mismas, transformando las polarizaciones imaginarias en antagonismos políticos. La Dislocación es el mediador evanescente entre lo Social y lo Político. Sin la Dislocación “lo Social” integraría a la política en sus tramas y reprimiría lo Político. A su vez, lo Político sin lo Social jamás llegaría a ser un principio articulador de un proyecto transformador.



Pero hemos intentado dar cuenta  del camino hacia la construcción de “lo Político” y su articulación  con “lo Social”, que como hemos venido insistiendo, no es una relación dada  ni establecida de forma “natural”,  a pesar de sus vastas implicaciones. Hay que saber que, a medida que avance la transformación de la subjetividad en “capital Humano”, los vínculos sociales en parte del mapa digital  y  el denominado “capital ficticio” devorando las riquezas de las naciones, cada vez será más difícil abordar “lo Social”, por aquellos actos instituyentes de lo Político que conduzcan a una auténtica radicalización de la democracia.

(*) Psicoanalista y escritor.

Original de www.publico.es