Entre tanta prédica fascistizante, que no casualmente recrudece en esta época  en las redes sociales, circula una consigna que, aunque no reciente, igualmente despierta la atención de los lectores interesados.

Esa aptitud no obedece a alguna connotación especialmente original, sino a que, justamente,la publicación compendia y resume, promedia y grafica, los límites de los discursos de mano dura en materia de estrategias de administración de la conflictividad social. Como no podía ser de otra manera, el rasgo fundamental de la proclama ("Cómo uno de los países más violentos del mundo acabó con la delincuencia") consiste en la incitaciónremanidaa una presunta "solución",  sustentada en base a la simplificación grosera, binariay violenta de una cuestión particularmente compleja.

Esa convocatoria, que pone a Singapur como ejemplo de la "lucha contra la delincuencia", concluye en una "moraleja" que reiteran y comparten los desprevenidos, los desinformados, pero también los que estimulan la retórica de la masacre aprovechando el “estado de excepción” que impone el capitalismotransmoderno. "Las soluciones existen, solo faltan huevos (sic)para llevarlas a cabo y perder el miedo a ser políticamente incorrecto", arenga sin pudor alguno el texto. Si asumimos ambos "desafíos", entonces, podremos finalmente llegar a ser como Singapur.

¿Para ser políticamente incorrecto, como postula la nota, deberíamos violar la Constitución Nacional y los Pactos y Tratados Internacionales a los que se ha obligado la Argentina? Un detalle menor. Singapur lo hizo, a pesar de que (gracias al libelo por avisarnos) en aras de obtener tamaños logros en materia securitaria, "ha sido censurado" por Amnistía Internacional.

Ahora bien: ¿qué implica realmente Singapur en términos de organización social democrática, vigencia de derechos civiles y políticos, libertades públicas y respeto a los Derechos Humanos? 

Enunciemos solamente algunos ejemplos que iluminan la realidad objetiva de este país del sudeste asiático.

Se trata, según dan cuenta informaciones coincidentes, de uno de los ocho (8) países del mundo que condena con pena de prisión perpetua la homosexualidad, al igual que Uganda, Guyana, India, Bangladesh, Maldivas, Bután y Nepal (1), dato escalofriante si los hay, pero que para el artículo referido  no reviste - al parecer- importancia alguna (lo que habla a las claras de su regresividad asombrosa en términos humanitarios).

Hay más, por supuesto: "Según las observaciones realizadas en 2011 por el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, la edad mínima de responsabilidad penal sigue siendo baja pues está fijada en los 7 años.En consecuencia, los niños de entre 7 y 16 años pueden sufrir castigos corporales, golpes o aislamiento. Los niños menores de 18 años también pueden ser condenados a cadena perpetua.Otro traspié del sistema judicial juvenil en Singapur, y relativamente nuevo, es que los niños entre 16 y 18 años siguen siendo juzgados como adultos en los tribunales.El Comité también se mostró preocupado por casos donde niños menores de 8 años podían ser enjuiciados tras una denuncia de sus padres". Esta pulsión estatal por hacer sufrir a los colectivos vulnerables impacta en la Argentina justo en momentos en que el clamor por la baja de la edad de punibilidad de niñas y niños parece batirse en vergonzosa retirada. Pero la direccionalidad de ambas tendencias ideológicas es la misma.

La situación de la violación de Derechos Humanos de las Mujeres es de tal gravedad en Singapur, que la Convención sobre la eliminación  de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), debió-entre otras muchas observaciones-  pedir en el año 2007 que el Estado tipificara como delito la violación dentro del matrimonio. La propia Convención dejó sentada, en esa misma oportunidad, su preocupación porque en ese Estado parte no había cesado la segregación, ni la persistencia de actitudes patriarcales y estereotipos muy arraigados en relación con el papel y las responsabilidades del hombre y la mujer en la familia y en  la sociedad en general.

El “castigo con vara” es una forma de maltrato corporal legalmente admitido y ampliamente utilizado en Singapur. Puede ser subdividido en varios contextos: judicial, militar, escolar, y doméstico.

El azote en el ámbito judicial mediante el uso de vara es el más severo de todos, y se encuentra reservado para varones de menos de 50 años de edad, como pena frente a un amplio espectro de conductas tipificadas en la legislación penal del país. Este tipo de tormentos es aceptado, además, como una forma legal de castigo para ofensores miembros de las Fuerzas Armadas de Singapur (SAF) y  es administrado en el Centro de Detención de las propias estructuras castrenses. El azote es también una forma de castigo oficial en escuelas y  reformatorios y constituye a su vez una medida de disciplina carcelaria. De una manera menos severa, el azote utilizando varas es usado para castigar a jóvenes varones en numerosas escuelas de Singapur ante “faltas graves de conducta”.Una vara mucho más pequeña u otro implemento similar es utilizado por algunos padres para castigar a sus hijos de ambos sexos.

Según el  Instituto de Derechos Humanos de la International Bar Association (IBAHRI), Singapur  también “se queda muy corto en las normas internacionales" en lo que respecta a derechos humanos, especialmente con sus graves limitaciones respecto de libertad de expresión y reunión y a la falta de independencia del poder judicial (2).

Finalmente, Singapur cobró notoridaden los medios por la cantidad impresionante de ejecuciones de prisioneros que efectuaba. Tal como lo admite el propio artículo, es el país con más ejecuciones  per cápita del mundo, con 70 ahorcamientospara una población de cerca de 4 millones de habitantes (3). Éste es uno de los paraísos a los que nos pretenden llevar las crecientes narrativas del fascismo social, en palabras de Boaventura de Sousa Santos.

Si quisiéramos conocer, además, lo que verdaderamente ocurre en este promocionado ejemplo de economía de mercado en materia de condiciones de trabajo, tráfico de personas y explotación sexual, podemos compulsar sin esfuerzo los informes oficiales de Human RightsWhatch (4).

Pero, con estas evidencias, Singapur no encarna –vale aclararlo-  una “anomalía” del sistema de control global, sino que, por el contrario, constituye una de las expresiones más brutales de la nueva forma de acumulación de capital basada en la punición y exterminio de los “otros” desvalorados. Se trata de un nuevo crimen de masas por goteo, legitimado por la expansión de variables macroeconómicas que favorecen al capital concentrado y criminalizan y excluyen sistemáticamente a los sectores más débiles de la población.

(1)   http://blogs.elpais.com/3500-millones/2013/11/las-violaciones-de-derechos-nunca-vienen-solas.html

(2)   http://ifex.org/singapore/2008/07/18/singapur_obtiene_calificaciones/es/.

(3)   https://www.amnesty.org/es/countries/asia-and-the-pacific/singapore/report-singapore/ Para conocer sobre estos hechos respecto de cuyos datos se polemiza, sugerimos acceder al sitio: https://www.amnesty.org/download/Documents/96000/asa360052004es.pdf

(4)   https://www.hrw.org/world-report/2010/country-chapters/singapore