Por Eduardo Luis Aguirre

 

 La guerra en Ucrania ha abierto un abanico de múltiples especulaciones e interminables preocupaciones por las distintas consecuencias de todo orden que el conflicto puede llegar a deparar.

Una de las incómodas cuestiones que no se enuncian con frecuencia es el papel que las religiones cristianas, y sobre todo sus jerarquías, juegan en los respectivos países en pugna.



La primera consecuencia es la profundización de un enrarecimiento paulatino en las relaciones entre la iglesia ortodoxa ucraniana y su par rusa. Hace aproximadamente tres años, la iglesia de Kiev decidió separarse de la conducción del patriarca de Moscú. Esa ruptura se ha profundizado con el enfrentamiento bélico, al punto de que en la actualidad existen dos tendencias eclesiásticas en Ucrania. Una más conservadora que preserva los vínculos con la jerarquía rusa hasta adonde esto le resulta posible, y otra que ha decidido romper drásticamente con el histórico esquema de poder que exhibe un credo con más de 280 millones de fieles, la mayoría de ellos asentados en Rusia, Ucrania y Serbia.

Estos pueblos han sido creyentes en su gran mayoría y las cúpulas eclesiásticas jugaron un rol cultural e identitario muy fuerte, siendo notoria la capacidad de la religión de influir en las distintas sociedades a partir de su enorme peso ético, lo rotundo de sus valores y el consenso del que gozan en tanto capacidad de generar tendencias que se arraigan en los pueblos y galvanizan valores que van más allá de lo estrictamente trascendente, como el patriotismo, por ejemplo.

 “En el enfrentamiento, tres contendientes: Cirilo I, patriarca de la iglesia ortodoxa rusa y muy cercano a Vladímir Putin, el metropolita Onufry, al frente de la iglesia ortodoxa ucraniana dependiente de Moscú y con un pie entre dos aguas, y el metropolita Epifanio I, líder de la iglesia ortodoxa de Ucrania, escindida en 2018 y archienemiga de los rusos. Dicho deprisa puede confundirse con un chiste, pero detrás hay siglos de historia, concilios, cismas, una lucha brutal por la comunidad de fieles ortodoxos, cuestiones identitarias y hasta un choque cultural. Parece que estamos en el medievo, pero no: Cirilo, Onufry y Epifanio están batallando en marzo de 2022 con un testigo incómodo, el papa Francisco desde Roma. Aquí solo falta un Médici” (1).



Lo llamativo de todas las facciones ortodoxas es que las mismas han asumido la guerra casi como un imperativo patriótico, privilegiando los pretendidos intereses patrióticos por sobre la condena de la guerra y la reivindicación principal de la paz, algo que el propio Cirilo (o Kiril) le expresara al mismísimo papa Francisco en una conversación vía remota que mantuvieron hace pocos días (imagen).

Esta actitud de entremezclarse en tareas más vinculadas a la galvanización de la moral de los pueblos durante las guerras que al mantenimiento de la paz y el amor entre los hombres, un mandato fundacional de las creencias cristianas no es nueva. Si bien no puede afirmarse que las iglesias se hayan convertido en nuevas Cruzadas de la guerra moderna, lo cierto es que confluyen algunos datos históricos que es interesante destacar.

El caso de la catedral de la Fuerzas Armadas de Rusia, enclavada en Kubinka, a poco más de 50 kilómetros de Moscú. La infaltable cruz en la cúpula de la impresionante y llamativa arquitectura ortodoxa se yergue sobre una superficie que está construida con el acero fundido de los tanques nazis que fueron capturados durante la Segunda Guerra. Un simbolismo de una potencia impresionante que evoca la Gran Guerra Patria, lo que se completa con ángeles que observan a los soldados rusos durante las operaciones en Siria, Crimea y Georgia. Algo que en estas latitudes nos parece difícil de comprender.

En estos países, las iglesias y el ejército tienen ciertamente una relación de cercanía e implicación innegables. De hecho, en la guerra tanto el patriarca ruso como sus pares ucranianos apoyan la posición de sus respectivos países en sus homilías y manifestaciones, que no dejan de llamar la atención por las singularidades de las mismas. Hay en ambos casos una toma de posiciones más o menos explícitas pero siempre categóricas sobre la razón y el interés nacional que -asumen- estarían en juego en los combates. En Rusia se pronuncian discursos rubricando la posición del estado y lo propio ocurre en Ucrania, donde no se escatiman epítetos contra los rusos.

Este antecedente no es el primero. Durante la guerra de Yugoslavia, en un discurso pronunciado por el actual presidente Alexandr Vucic, en ese momento un decidido nacionalista que se ha convertido en un europeísta explícito después de la conflagración, podía advertirse un anfiteatro colmado en cuya primera fila estaba el ya fallecido patriarca Pavle, entonces jefe de la iglesia ortodoxa serbia.El marco era desbordante y enfervorizado. El acto discurrió en medio de sensaciones muy fuertes en las que se entremezclaban deportistas, religiosos, intelectuales, familiares de víctimas y se proyectaban imágenes horrorosas de los crímenes sufridos por los serbios (2).

Con esto quiero señalar que hay una particular forma de articular el vínculo entre una iglesia con una influencia ética, moral, religiosa y política con una sociedad y un estado que no ofrece grietas en estos momentos especiales que atraviesan los países. Lo que no deja de llamar la atención, es este ejercicio naturalizado de dejar de lado el mandato cristiano del amor al prójimo frente a al horror de la guerra. Ese es el punto de amarre de esta reflexión. La iglesia como un complemento espiritual relevante en las guerras modernas. Algo que pensamos era patrimonio de la colonización americana o de las Cruzadas reaparece sin embargo en los enfrentamientos armados contemporáneos.



Dejando de lado los ejemplos actuales de la guerra en Eurasia, debe destacarse que la jerarquía católica argentina – que en ese entonces no tenía ni por asomo el prestigio de sus pares de Rusia y Ucrania- adoptó la misma postura dual durante la guerra de Malvinas. Dice el historiador Martín Obregón: “El desembarco de las tropas argentinas fue decididamente apoyado por un episcopado particularmente sensible a las apelaciones nacionalistas. Aunque minoritarios, los sectores más tradicionalistas del mundo católico se sintieron a sus anchas y volvieron a sacar a la luz todo su repertorio de metáforas en torno a la “nación católica”. Sin embargo, la adhesión entusiasta de la Iglesia argentina a la “gesta malvinense” no resultó para nada incompatible con lo que Vicente Palermo ha denominado una “retórica pacifista”. En los hechos, el aval a la intervención militar no dejaba lugar a dudas, y las apelaciones a la paz quedaban subordinadas a lo que la Iglesia considera un reclamo justo. El mismo día de la ocupación de las islas, la comisión ejecutiva del episcopado brindó su apoyo a la iniciativa del régimen militar a través de un breve comunicado que llevaba la firma del cardenal Primatesta: “En este momento crucial en que la patria, guiada por sus autoridades, ha afirmado sus derechos, buscando asegurar su mantenimiento, la Conferencia Episcopal Argentina exhorta vivamente a todo el pueblo de Dios a expresar su unión en una permanente y constante súplica, para que el Señor abra muy pronto aquellos caminos de Paz que, asegurando el derecho de cada uno, ahorren los males de cualquier conflicto” (3).

Retórica pacifista y apoyo nacionalista de las iglesias en las guerras no parecen entonces despertar contradicciones discursivas, éticas o políticas. Existe un espacio para agitar un nacionalismo belicista que convive con una apelación a las tradiciones cristianas que consideran a la paz un valor fundamental en las relaciones entre los seres humanos. El pretendido “interés nacional” prevalece sobre el mandamiento que ordena no matar. Nada que pueda asombrarnos. Sólo se trata de una constatación paradojal y por otros medios, de un estado de excepción global que no solamente afecta derechos y garantías fundamentales de sujetos y pueblos sino también los preceptos dogmáticos fundamentales de las religiones.

(1)          https://www.elconfidencial.com/cultura/2022-03-19/religion-ortodoxa-rusia-ucrania-guerra_3393512/

(2)          https://www.youtube.com/watch?v=oRYlvoeqA7I&t=164s

(3) La Iglesia católica durante la guerra del Atlántico Sur, publicado en Revista Cuadernos Argentina Reciente, Nº 4, julio-agosto de 2007, disponible en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/obregon2.pdf